Hace poco leí un artículo donde se afirmaba que las mujeres de mediana edad reciben menos respuestas a sus currículos que los hombres de la misma edad. No me sorprendió. Muchas de las mujeres que nos rodean nos lo cuentan a diario e incluso hemos vivido esa situación en nuestras propias carnes.

De muchas de ellas conocemos su trayectoria profesional. Nos resulta inexplicable que siga ocurriendo, porque tienen currículos excepcionales: carreras universitarias con buenas notas, trayectorias laborales intachables, experiencia contrastada, han dejado huella haciendo un excelente trabajo con talento, tesón y esfuerzo, y acreditan una formación valiosa y real. Además, son mujeres ávidas de seguir aprendiendo y abiertas a hacer nuevas cosas. Verdaderas maravillas o, como poco, personas que claramente merecen y son dignas de una oportunidad.

Algunas de estas capacidades  las han adquirido luchando por llevar adelante todo lo que la vida les ha puesto: familia, trabajo, estudios, hijos, padres, vida social…, cumpliendo años y haciéndolo intensamente. Pertenecen a esa generación que no ha tenido fácil poder llegar a todo y razonablemente bien, pero que lo han intentado y, cada a su modo, conseguido. Por eso les sobra resistencia, resilencia y tesón.

Pero cuando envían sus currículos, currículos interesantes y verdaderos, se encuentran con que, muchas veces no reciben contestación y otras veces son excluidas de antemano, sin darles la más mínima oportunidad de que expliquen sus habilidades, experiencia y expectativas: sin querer siquiera conocerlas. Sufren, por tanto, una doble discriminación sin sentido. Son discriminadas por ser mujeres y por la edad que tienen. Factores los dos imposibles de cambiar.

Esta realidad obliga a algunas a mentir sobre su edad, rebajándola, y sobre su cualificación, rebajándola también. En sus CV deciden reflejar menos cualificación y capacidades de las que tienen, aunque sospechamos que no siempre es acertado, porque al final sus datos acaban conociéndose. Pero intentan así conseguir una oportunidad, un empleo.

¿Qué es lo que realmente está pasando? ¿No será quizá que los hombres, que hasta ahora mayoritariamente detentan el poder y las decisiones en las empresas, no llevan muy bien “competir profesionalmente” con una mujer de valía? ¿Darse cuenta de que esa candidata es tal vez más inteligente que ellos o que podría resolver mejor los problemas y lidiar mejor con las cosas o simplemente aportar una estilo más adecuado…, en una palabra, que les haga sombra o, como se decía popularmente, les dé sopas con honda?

Cuando son hombres con edad y formación parecidas los que, por diferentes motivos, tienen que salir de las empresas, les resulta más fácil encontrar puestos de asesores, consultores, consejeros, gerentes, directores…

Tampoco lo tienen fácil, porque la discriminación por edad también les afecta,  pero con mucho esfuerzo y suerte, el hombre de edad media puede conseguir que sí le cuente su experiencia, que se le abran puertas.   Es gracioso, pero quizá hayáis observado que, en ocasiones, algunos de esos hombres acaban contratando o haciendo que se contrate a alguna mujer, que es la que al final termina haciendo el trabajo para el que se le ha contratado; aunque eso sí, lo más tedioso y duro lo hacen ellas, mientras que ellos se dedican a labores, podríamos llamar, de mayor lucimiento personal: Viajes, charlas, presentaciones, reuniones… ¿No os suena?

Por mucho que no nos guste, este mundo sigue dirigido por hombres. Aunque afortunadamente hay ya muchas mujeres que están en puestos relevantes, el responsable último casi siempre es un hombre, y por lo tanto, el que se acaba llevando los éxitos.

Mientras la sociedad no evolucione hasta llegar a una igualdad real, vivimos con la esperanza de que esos hombres inteligentes, razonables y justos con capacidad de decisión en las empresas, se atrevan a ser valientes y no teman contratar a mujeres de 40, 50 o más. Y no solo eso, sino que las busquen, que las valoren. Damos fe de que no solo no se van a arrepentir, sino que, por sus resultados, no dejarán de agradecerlo y de felicitarse.

Para poder mejorar o medrar,  muchos han sido capaces de hacer todo tipo de actividades y deportes de riesgo del gusto de los máximos responsables de las compañías, aunque no hayan hecho deporte en su vida, con el consiguiente riesgo para su salud, pues pasan  de no hacer nada a lanzarse a la vorágine healthy, siendo por ejemplo fieles seguidores de la bicicleta.  Así que no debería causarles ningún temor ni duda “jugársela“, contratando a todas esas mujeres de 50 tan capaces y deseosas de seguir dando en el trabajo lo mejor de sí.