Luisa Sigea de Velasco nació en Tarancón (Cuenca), en 1522. Era hija de Francisca de Velasco y de Diego Sigeo, un humanista de origen francés, que había estudiado latín, griego y hebreo en la Universidad de Alcalá y que trabajaba como instructor de María Pacheco, la esposa del comunero Juan de Padilla.

Diego participó en la guerra de las Comunidades contra el emperador Carlos I.  Cuando los comuneros fueron derrotados en Villalar y sus caudillos ajusticiados, tuvo que exiliarse en Portugal, junto a María Pacheco ya viuda. Allí pasó al servicio de los Duques de Braganza y desempeñó un importante papel en el desarrollo del Humanismo luso.

Su mujer, sin embargo, permaneció en Tarancón, su lugar de origen. Ese mismo año, nació Luisa.

Inteligente y hermosa

Su infancia transcurre en Tarancón. Vivió una infancia normal, dentro de lo que era una familia “de clase media”. Estudió en casa con algún canónigo, sobre todo lenguas clásicas.

Diez años después la familia se reúne en Portugal con el padre. Cuando llegó a ese reino, su formación recibió un fuerte impulso propiciada por su padre, quien deseaba para sus hijas un futuro más independiente económicamente y más rico intelectualmente de lo que la época permitía a la mujer. Por eso, a pesar de que en su tiempo la educación de la mujer se relegaba a una formación menor y “femenina” o simplemente no se le daba ninguna, Luisa recibió en casa  una educación muy completa de la mano de preceptores.  Estudió filosofía, oratoria, poesía, latín, griego, hebreo, árabe, sirio o caldeo… En un tiempo en el que pocas mujeres sabían leer y escribir, Luisa superaba en conocimientos a muchos de los más importantes humanistas de su tiempo.

Por otra parte, según documentación, además de talento contaba con una gran belleza, que la hizo ser “alabada” por algunos poetas. 

A los 18 años, en 1540,  envió una carta en un perfecto latín al papa Paulo III, a través de un amigo de su padre, el italiano Girolamo Britonio. Y los poemas quosdam ingenioli mei flosulos (algunas flores de mi ingenio), que  fueron muy aplaudidos.

Puellae Doctae

Dos años después, ofrecieron al padre llevar a sus hijas Luisa y Ángela a la corte del rey Juan III de Portugal y de la reina doña Catalina, como moças de câmara. Allí, las hermanas Sigea se unieron a las damas que formaban el séquito de su hija, doña María de Portugal (1542-1555), futura primera esposa de Felipe II. Eran humanistas, con gran cultura y sólidos conocimientos clásicos. Entre ellas estaban Paula Vicente, hija del poeta y dramaturgo Gil Vicente, y Joana Vaz.

En la corte, Ángela Sigea y Paula Vicente se dedicaron principalmente a la música, mientras que Joana Vaz y Luísa Sigea eran las damas latinas o puellae doctae.

Las cortes reales de Castilla, Aragón, Portugal… contaban con poetas, intelectuales, músicos… y con estas jóvenes damas de ayuda de cámara, las Puellae Doctae, denominadas así por sus amplísimos conocimientos.  Formadas en las disciplinas más variadas, estas mujeres influyeron en la religión, política, filosofía y literatura de la época. Algunas alcanzaron  puestos  destinados solo a varones, por ejemplo en las cátedras de las universidades.

Por entonces, Luisa dominaba nueve lenguas. Hablaba perfectamente francés, portugués, español e italiano. Dominaba el latín, griego, hebreo, árabe y el caldeo o siriaco. Tenía amplios conocimientos de Filosofía, Poesía e Historia. Conocía bien a los autores clásicos y a los de la Patrística, y trabajaba como escritora profesional de la corte. A su amplísima cultura unía también una visión crítica de la sociedad.

En esos años (1546) escribió en latín el poema bucólico Syntra, publicado en París en 1566. Está inspirado en los paisajes de una de las residencias reales y probablemente fue un encargo. Francisco Cerdá y Rico incluyó ese poema en sus Clarorum hispanorum opuscula selecta et rariora tum latina, tum hispana magna ex parte nunc primum in lucem edita (Madrid: Antonio de Sancha, 1781). Posteriormente, Marcelino Menéndez Pelayo lo tradujo al castellano.

Luisa permaneció en ese cargo hasta 1552. Ese año, cuando entraba casi en la treintena,  se casó con el hidalgo Francisco de las Cuevas, comerciante de una antigua familia burgalesa.  En 1557 nació su única hija: Juana de Cuevas Sigea.

Un año después, la familia se trasladó a Valladolid, donde entraron al servicio de la reina María de Habsburgo, hija de Felipe I de Castilla, hermana del emperador Carlos I y esposa del rey Luis II de Hungría y Bohemia.

Francisco desempeñaba el cargo de secretario y Luisa, de dama latina. Pero la reina de Hungría falleció repentinamente y se quedaron sin trabajo. Luisa entonces escribió al rey Felipe II para solicitar empleo para ella y para su marido. En la carta se presentaba destacando su formación y capacidades, y alegaba pobreza.

Escritora y polígrafa

Escribió varias obras, la mayoría perdidas. De lo que se conserva, la mayor parte fue escrita en latín (una lengua que la equiparaba a los hombres más cultos), excepto algunas poesías en castellano.

Además de Syntra, se conserva el opúsculo Dialogus de differentia vitae rusticae et urbanae o Colloquium havitum apud villam inter Flamminia Romanam et Blesillam Senensem, obra terminada en 1552.  Se trata de una conversación en latín entre dos amigas sobre la forma de vida más adecuada: si la vida agitada y ostentosa de la corte o la serenidad de la vida retirada dedicada al estudio. Es un diálogo de tipo ciceroniano y las dos mujeres se muestran muy apasionadas en sus argumentos. La obra, que refleja una visión crítica sobre el comportamiento de la nobleza, sigue el esquema de una estructura interna de tres días, divididos en pausas para comer y echar la siesta.

Así mismo, se conservan un epistolario y varios poemas. Hay constancia de cuatro obras más en castellano y cuatro en latín. Las primeras están dirigidas a un “señor” y las latinas al Papa, al rey Felipe II, al preceptor del príncipe Carlos y a su sobrino Francisco Pérez.  

Años difíciles, sin oportunidades…

Sin trabajo ni cargo alguno y siendo una trabajadora infatigable con una gran curiosidad intelectual, intentó con energía conseguir otro empleo en la corte. En las cartas, muy sinceras,  a sus amigos expresa tristeza y amargura, ante la falta de oportunidades para desarrollar y aportar su talento.

A principios de 1560, fue a Toledo para, a través del embajador de Francia, solicitar un empleo a la reina Isabel de Valois, recién casada con Felipe II.  Aunque logró ser escuchada por la reina, no obtuvo ningún cargo.

Desanimada una vez más, regresó a Burgos, donde meses después murió. Tenía 38 años.

Ha pasado a la historia como Luísa Sigeia, Luísa Sigea Toledana o por la forma latinizada Aloysia Sygaea Toletana (en su época, Tarancón pertenecía a la diócesis de Toledo y ella se consideraba toledana). Además de erudición, en sus obras refleja una compleja personalidad: orgullo, ansia de reconocimiento, sensibilidad, un alto concepto de la amistad… y una gran tensión interna.

Su hija Juana se casó en 1580 con Rodrigo Ronquillo Briceño, perteneciente a la nobleza de Burgos. Tuvieron una numerosa descendencia.

Más información, en la Biblioteca de la UCM, en wikipedia, en este blog, en Fábrica de la memoria, en stopiahistoria  y aquí.

Información de su epistolario, en Akal.

“Un fin, una esperanza, un cómo o cuándo

tras si traen mi derecho verdadero;

los meses y los años van pasando

en vano, y paso yo tras lo que espero;

estoy fuera de mí, y estoy mirando

si excede la natura lo que quiero;

y así las tristes noches velo y cuento,

más no puedo contar lo que más siento.”

 

CANCIÓN DE LA SEÑORA LUISA SIGEA DE VELASCO, DECLARANDO:

habui menses vacuos et noctes laboriosas, et numeravi mihi.

Pasados tengo hasta aora
muchos meses y largos
tras un desseo en vano sostenido
que tanto oy dia mejora
quanto los más amargos
y más deseperados e tenido;
lo que en ellos sentido
no puedo yo contallo;
el alma allá lo cuente;
mas ella no lo siente
tan poco que no calle como callo;
¡oh grande sentimiento!
que a vezes quita al alma el pensamiento,
y quando esto acaece,
según veo las señales
ya creo que el remedio está cercano;
la vida se amortece,
no se sienten los males
tanto como sy esté el cuerpo mas sano;
pero todo es en bano,
que al fin queda la vida
y torna el alma luego
en el contumbrado fuego
a ser muy más que antes encendida;
así que en fantasias
se me passan los meses y los dias,
en fantasias y cuentos
la vida se me pasa;
los dias se me van con lo primero,
las noches en tormentos,
que el alma se traspassa
hechando quenta a un quento verdadero
queal es desde que espero
el fin de mi desseo;
¡quántas avré pasadas
de noches travajadas
sufriéndolas por ver lo que aun no veo!
éstas muy bien se quentan,
mas ¡ay que las que quedan más me afrentan!
En sto un pensamiento
me acude a consolarme
de quantos males solo dél recibo
pensando en mi tormento
no oso e alegrarme
según que se me muestra tan esquivo;
con todo allí recibo
con tan nuevo consuelo,
y aunque parece sano
no osso hechalle mano,
que a quien vive en dolor todo es recelo,
y al fin helo por bueno
y huelgo de acoxerle aca en el seno.
Esta es una esperanza
que viene acompañada
de razon, que por mi parte no ha faltado,
que avrá de hazer mudanza
en la fortuna ayrada
que a tantos años contra mí durado,
y aunque fuera hado
ó destino invencible
de cruda abara estrella,
muriera el poder de ella
con el de la razon que es más terrible,
y con su ser perfecto
traeran de mi desseo buen afecto;
mas ¡¡ay!! no sean aquesto
consolaciones vanas
que así como se sienten no esperadas
ansí se ban tan presto
que dexan menos sanas
las almas donde fueren gasajadas;
las noches travajadas
agenas de alegria,
los dias, meses y años
llenos de graves daños
avré de pensar siempre noche y día;
si en esto el remedio se halle
no sentiré el travajo de esperadle;
porque no seas de las gentes creyda
canción conmigo queda,
que yo te encubriré mientras que pueda.