Me comentaba hace poco el director de Administración de un multinacional energética, que habían abierto una vacante de responsable de departamento. Habían contratado a una consultora para que hiciera los procesos de selección y les enviara cuatro candidatos, entre los que elegirían a la persona que consideraran adecuada.  Después de los procesos previos, le había extrañado que, entre los cuatro seleccionados, no hubiera ningún candidato que superara los 35 años. Teniendo en cuenta que se trataba de un puesto de responsabilidad en el que había que aportar bastante experiencia en el sector específico y en un área muy concreta, no entendía cómo no había ningún candidato de más edad y, por tanto, más experiencia.

Este director no conocía cómo funciona actualmente el mercado de trabajo en España, donde una persona de 45 años es, en la práctica, invisible en los procesos de selección de muchas compañías, salvo que sea hombre, haya sido un alto directivo y un headhunter lo venda como el fichaje del siglo.

Al final, la persona seleccionada tenía una experiencia mínima en el sector requerido. Pero, eso sí, tenía entorno a los 30 años y dominaba perfectamente inglés e italiano. En el proceso de selección, claramente se había primado la juventud y los idiomas, aunque, la mayor parte de la actividad o un 80% de la misma, se iba a desarrollar en español y en un sector específico no relacionado con su experiencia.

Esta pequeña anécdota es fiel reflejo de la realidad actual de España, no solo a nivel empresarial, sino que lo podemos observar en muchos ámbitos, donde se prima la juventud, aunque la experiencia sea parca, escasa o nula, a tener más edad y experiencia en un sector determinado. Como diría aquel, así van las cosas.

Lo curioso del tema es que el “elegido” iba a estar rodeado de tres o cuatro mujeres que, dado el tiempo que llevaban en la compañía y su edad estamos seguras que, en experiencia, capacidad, resolución, méritos demostrados y, seguramente, buen hacer, le superaban sobradamente. Pero estas, alguna de las cuales había optado para el puesto citado, no se sabe muy bien por qué las habían entrevistado y dejado fuera del proceso.

Eso sí, a estas profesionales que habían demostrado durante tanto tiempo su valía y se habían quedado con una mezcla entre tristeza y cabreo, les habían pedido que ayudaran y apoyaran al citado señor, para que se pudiera hacer con el puesto y el trabajo lo antes posible. Les solicitaron que apoyaran a la persona y le enseñaran todo lo que fuera necesario para que el departamento siguiera funcionando tan bien como había venido funcionando hasta ahora donde, todas ellas, sin la persona que se iba a incorporar, habían sacado, durante más de un año el trabajo adelante de una manera digna de elogio.

¿No es para quedarse perpleja el desarrollo que ha alcanzado este tipo de habilidades? No se premia al que legítimamente le corresponde y encima se le pide a esa persona -en muchos casos mujeres- que sean generosas y ayuden y apoyen a la persona nueva que llega (a la cual  dan mil vueltas), para que se sienta cómodo y esté preparado en el menor tiempo posible. Esas personas que tienen que brindar apoyo y transmitir su experiencia  se han estado esforzando, no solo para hacer bien su trabajo sino con la esperanza, ya evidentemente perdida, de que a sus 50 años le reconozcan toda la actividad, experiencia y buen hacer que llevan a sus espaldas.

Las consultoras en cuestión, que parece que están poniendo una pica en Flandes buscando por tierra mar y aire lo mejor de lo mejor, el TALENTO en mayúsculas, esa palabra que tanto gusta ahora pero que tan mal y sectariamente, muchas veces, se aplica, entre los miles de currículos que reciben a diario y los miles de candidatos que se presentan a los puestos, vaya por Dios, no han encontrado a nadie que superara los 40.

No nos damos cuenta. “En los que están entorno a esas edades y, sin son mujeres todavía más, el talento se pierde casi a partir de los 45 años”. Es como si de repente nos diera alzhéimer y no nos acordáramos de nada”. “El talento, no queremos verlo ni apreciarlo. Solo está en los jóvenes que dominan idiomas. El resto es accesorio”. Eso sí, si se necesita solucionar un verdadero problema sí que acudimos a los otros y otras. Pero luego, si te he visto no me acuerdo.

¿Queremos buscar lo que se necesita o queremos seguir vistiendo a la mona de seda? Como sigamos así, la ciencia va a tener que ir investigando en cómo se invierte el proceso vital y nacemos viejos para llegar a finalizar nuestra existencia como bebés, tal como pasaba en la película “El extraño caso de Benjamin Button”.