Cuando analizamos la vida laboral de la mayor parte de las mujeres que ahora tenemos entre 50 y 60 años, llegamos claramente a la conclusión de que nos hemos pasado la vida intentando y luchando por la conciliación y, cuando ya hemos podido conciliar mejor, porque hemos ido cumpliendo años y nuestros hijos han ido creciendo, las empresas ya nos han considerado mayores.
Nuestra conciliación ha sido realmente complicada. Sin la ayuda de padres, madres, suegras, chicas o maridos con horarios flexibles, de las más afortunadas, que pudieran cubrirnos, atender y recoger a nuestros hijos del colegio, mientras nosotras trabajábamos, hubiera sido imposible una cierta conciliación.
Aspirar a una carrera mínimamente ascendente en las empresas o, en el peor de los casos, mantenerse en las mismas cuando había procesos de ajustes de plantilla, ha requerido mucho esfuerzo, dedicación y no poco estrés por nuestra parte.
La mayor parte de nosotras hemos luchado y nos hemos esforzado cada día para hacer un buen trabajo y cuidar a nuestros hijos haciendo ya no equilibrio sino equilibrismo para que nada se resintiera o, por lo menos, se resintiera lo menos posible. Hemos dado el 100% en el trabajo y hemos dado el 150% con nuestros hijos, tomando parte activa en todo su desarrollo y tratando de estar presentes en aquellos momentos importantes para ellos.
Hemos tenido que hacer encaje de bolillos para poder asistir a reuniones que se fijaban en el último momento y hemos buscado las más variadas fórmulas para no tener que pasar mucho tiempo fuera cuando nuestros hijos eran pequeños.
Hemos tenido que salir corriendo de reuniones y llegar angustiadas al colegio a recoger a nuestros hijos de sus extraescolares, sabiendo que íbamos a ser de las últimas y que nuestro hijo se iba a enfadar porque además no le habíamos llevado un bocadillo, como les llevaban a sus amigos -a duras penas habíamos podido comprarles un sándwich en la máquina de la empresa-. Hemos tenido que decir a nuestras santas madres o padres que por favor cogieran un taxi y se fueran corriendo que los niños iban a salir y nosotras estábamos en un atasco tremebundo porque habíamos salido con la hora pegada al ….
Hemos tenido que irnos en medio de una reunión que ya se estaba alargando demasiado diciendo, lo siento, pero se me va la chica y tengo que irme a casa con mis hijos …con disgusto de nuestro jefe.
Pero incluso en los peores momentos, hemos sacado los trabajos y a nuestros hijos adelante, primando calidad sobre cantidad, porque ambas cosas nos encantaban, nos encantan, y aunque siempre nuestra familia está primero, nuestro trabajo también es muy importante para nosotras porque para eso hemos estudiado y nos hemos esforzado y formado durante años.
Hemos hecho lo imposible para no renunciar a ninguna de las dos cosas porque siempre hemos estado convencidas que compaginar ambas cosas es posible, siempre y cuando, el sistema se adapte y nos ayude, porque siempre hemos sabido que una forma de trabajo más racional y efectiva es posible.
Pero después de todo eso, de casi dejarnos la salud en el intento, cuando ya nuestros hijos han sido más mayores y más autónomos y no teníamos tanta angustia por organizarnos, y salir para llegar a tiempo a recogerlos o estar con ellos, nos dimos cuenta que las empresas ya nos empezaban a considerar mayores para esos puestos para los que estábamos muy bien preparadas y habíamos estado luchando o, en el peor de los casos, para seguir trabajando en las mismas.
Nos costó entenderlo y nos parece un verdadero desperdicio de talento y tirar por la borda años de formación y de experiencia, pero ahora las empresas funcionan así y aunque sigamos sintiendonos jóvenes y sobradamente preparadas, lúcidas y plenas de conocimientos, muchas ya no están en esas empresas a las que dedicaron su vida.
Todo es realmente paradójico, pero nosotras, seguiremos intentando cambiarlo porque viendo el fruto de nuestro esfuerzo laboral y sobre observando a nuestros hijos, sabemos que hemos hecho lo que debíamos hacer y estamos orgullosas de nuestros logros.
Seguiremos luchando y apoyando la conciliación y sobre todo que esas mujeres con esas edades medias puedan mantenerse o incorporarse nuevamente al mundo laboral, porque todavía tienen muchísimo que aportar y la sociedad se lo debe.
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