Jimena Díaz fue una aristócrata asturleonesa del siglo XI, esposa del Cid Campeador, viajera con las tropas en tiempos de guerra, administradora del patrimonio familiar y gobernadora de  Valencia durante tres años.

Nació en Asturias, tal vez en Oviedo, en 1046. Según la historiadora Margarita Torres Sevilla,  fue probablemente  hija del conde Diego Fernández y de Cristina Fernández, dama de ascendencia real. Era bisnieta del rey Alfonso V de León. Por otra parte, la Historia Roderici menciona que  fue sobrina de Alfonso VI, Imperator totius Hispaniae, y rey de León,  Galicia y Castilla. (La palabra latina neptem (sobrina) no indica necesariamente ser sobrina carnal, sino también prima o hija de prima, como en este caso).

Tuvo cuatro hermanos. Del primer matrimonio de su padre con doña Elvira Ovéquiz, tuvo como hermanas a: doña Onneca Mayor Díaz, quien se casó con Gundemaro Iohannes (Ibáñez) y  doña Aurovita Díaz, casada con Munio Godesteiz.  En el Cantar de mio Cid  se menciona que su cuñado Munio Godesteiz (posiblemente  el Muño Gustioz del Cantar) combatió junto al Cid y  acompañó a Jimena durante sus años de viuda.

Del segundo matrimonio del conde con la madre de Jimena, tuvo dos hermanos: Rodrigo Díaz, conde de Oviedo y Fernando Díaz, también conde en Asturias tras fallecer el hermano mayor.

Esposa del Cid

Entre 1074 y 1076, se casó en la iglesia de San Miguel de Palencia con el noble y militar castellano Rodrigo Díaz (de Vivar),  cuya vida y hazañas inspiraron el más importante cantar de gesta de la literatura en castellano, el Cantar de mio Cid, un poema épico escrito aproximadamente en el año 1200 y cumbre de la literatura medieval europea.  Rodrigo, una figura histórica y legendaria de la Reconquista, ha pasado a la posteridad como «el Campeador» (‘experto en batallas campales’) y «el Cid» (del árabe dialectal “sīdi” (señor)).

Este enlace, aprobado por Alfonso VI, entre un noble castellano (un infanzón) y una aristócrata asturleonesa suponía un trato de favor para Rodrigo, tal vez para asegurarse su fidelidad, y está en línea con la política del rey de acercamiento entre sus nobles.  Confirma también que entre Rodrigo y el rey hubo entendimiento y buena relación, al menos en este periodo, pero luego las cosas se torcieron.  

La dote de Jimena consistió en: el monasterio de San Cebrián de Buena Madre; las villas completas de Vallecillo, Espinosilla de San Bartolomé y La Nuez de Abajo, y diversas heredades en otras treinta y cuatro villas. Ambos contrayentes se nombraron uno a otro herederos universales de todos sus bienes (profiliatio mutua), los cuales sólo pasarían a sus hijos después de la muerte de ambos. En caso de contraer un nuevo matrimonio, Jimena perdería las arras y la herencia de Rodrigo.

(…) “Y si yo, Rodrigo, muriere antes que tú, Jimena, y tú quedares después de mi muerte y no te volvieses a casar, sean tuyas las villas ya nombradas como arras y todas las otras cosas: villas, lo mismo que ganado y todos los muebles, oro, plata, caballos y también mulos o lorigas o armas y todos los objetos de adorno que se encuentren en nuestra casa, y si no fuere por tu libre voluntad, no des nada de todo ello ni a los hijos ni a ningún otro hombre mortal, si no te placiere; y después de tu muerte sea todo para tus hijos, nacidos de ti y de mí. Y si sucediere que yo, Jimena, me volviere a casar entregaré toda esta profiliatio aquí escrita, esto y aquello y todas las arras, a los hijos nacidos de ti y de mí”.  

En 1075, Jimena y Rodrigo estuvieron en Asturias. El Campeador participó como juez designado por el rey en unos importantes litigios. También  actuó como juez en otro pleito y firmó en un acto judicial.   

La vida como guerrero y soldado mercenario de Rodrigo y sus prolongadas ausencias del hogar, desde casi recién casados, obligaron a Jimena a administrar sola el importante patrimonio familiar. 

Primer destierro

Durante el primer destierro del Cid ordenado por Alfonso VI, entre 1080 y 1086, acompañó a su marido.  Tras tener que abandonar Castilla, Rodrigo, junto a sus vasallos y mesnada, se estableció como caudillo  militar al servicio del rey andalusí de la taifa de Zaragoza al-Muqtadir, Al-Mu’taman y Al-Musta’in II y con ellos fue Jimena.

Es posible que, durante estos años, viajara a Asturias, pues contó siempre con el apoyo de sus hermanos, pero no se dispone de confirmación documental.

Madre

Frente a las dos hijas que se mencionan en el Cantar: doña Elvira y doña Sol, la historia documenta que tuvieron tres hijos:  Cristina, quien se casó con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona, hijo del infante Sancho Garcés  y nieto del rey García Sánchez III de Pamplona. Entre otros hijos, fueron padres del rey García Ramírez de Pamplona el Restaurador. Alfonso VIII de Castilla, el triunfador de las Navas de Tolosa, era tataranieto de Jimena.

Diego, quien murió a los 21 años en la batalla de Consuegra. En este combate se enfrentaron el ejército de Alfonso VI y las tropas  almorávides del emir Yusuf ibn Tasufin, las cuales triunfaron. Los almorávides fueron unos monjes-soldados surgidos de grupos nómadas del Sáhara, que hacían una interpretación muy estricta y rigurosa del islam. Dominaron grandes extensiones del occidente musulmán, incluida la mitad del  península ibérica, con las que formaron un imperio durante los siglos XI y XII.

Y, por último, María, quien murió a los 28 años. Contrajo matrimonio con Ramón Berenguer III, conde de Barcelona y Gerona. Tuvieron una hija, Ximena de Osona.

Segundo destierro

En 1088,  Alfonso VI tuvo otro fuerte enfrentamiento con el Cid, en esta ocasión por el asedio de Aledo (tras varios meses, las tropas castellano-leonesas liberaron esta plaza murciana de la presencia almorávide). El rey se enfadó muchísimo, porque Rodrigo había acudido con retraso en su ayuda y lo declaró traidor. Además de confiscar sus bienes y de desterrarlo, mandó encarcelar a Jimena y a sus tres  hijos.  “Apresó a su mujer e hijos encerrándolos bajo severa custodia”,  relata la Historia Roderici.

Rodrigo consiguió por fin que el rey liberara a su familia y le levantara el destierro. Desde entonces, Jimena lo acompañará siempre, incluso en todas sus campañas y correrías por los reinos de Denia y Valencia.  Cinco años después del segundo destierro, el Cid venció al imperio almorávide en la batalla de Cuarte, lo que supuso la conquista de Valencia. Allí vivieron juntos, hasta la  muerte del Campeador en el verano de 1099.

Gobernadora de Valencia

Desde ese momento, y durante tres años, Jimena fue señora y gobernadora plenipotenciaria de Valencia. Organizó el funcionamiento de la ciudad y la defendió del peligro almorávide. Su yerno Ramón Berenguer III le presto ocasionalmente ayuda. En 1101, donó el diezmo de todos sus bienes (10 % de su valor)  a la catedral de Valencia. Todavía se conserva el documento de donación, donde consta su firma autógrafa.

Que una mujer no reina consiguiera mantener el poder durante tres años tras quedarse viuda,  en una época en que las posibilidades de gobierno femenino eran mínimas, indica que debía de ser una mujer fuerte, decidida y luchadora, que supo inspirar respeto y obediencia en un mundo totalmente masculino y que consiguió la lealtad de los hombres de su marido.

Pero la amenaza almorávide no había desaparecido. Jimena se vio obligada a solicitar auxilio a Alfonso VI, el cual se trasladó a  Valencia con su ejército.  A pesar de que consiguió que los almorávides levantaran el asedio a la ciudad, comprobó in situ la dificultad de defender de manera permanente ese territorio tan alejado de sus dominios centrales. Así que ordenó la retirada y su evacuación.

Regreso a Castilla

En mayo de 1102, Jimena, su familia y los antiguos vasallos del Cid abandonaron Valencia. Previamente, y para reducir el botín que dejaban, incendiaron la iglesia de Santa María (antigua mezquita aljama), el alcázar y algunas casas. Llevando consigo los restos del Cid, Jimena siguió a Alfonso VI en su camino a Toledo, escoltada por sus tropas. Al día siguiente, los almorávides entraran de nuevo en Valencia. Esta ciudad permaneció bajo dominio musulmán hasta 1238, cuando fue reconquistada definitivamente por el rey Jaime I de Aragón.

En 1103 vendió, por 500 sueldos de plata, una heredad en Valdecañas de Cerrato  a dos canónigos de Burgos:  Cristóbal y Pedro,  y  firmó el documento de venta en el monasterio de San Pedro de Cardeña.  La Leyenda de Cardeña cuenta que Jimena se retiró a esta abadía benedictina hasta su muerte. Pero probablemente pasó su vejez en Burgos.

Murió casi con seguridad en 1116, con aproximadamente 69 años. Fue enterrada junto al Cid en el monasterio de San Pedro de Cardeña.  En 1808, sus restos y el monasterio con todos sus objetos valiosos fueron expoliados por el ejército francés durante la Guerra de Independencia, quienes arrasaron y robaron cuanto pudieron. Parte de los huesos de Jimena y del Cid fueron trasladados a París. Allí se siguieron disgregando; algunos acabaron en el castillo de Sigmaringen del príncipe de Hohenzollern, en Alemania. En 1921 los restos que quedaban se trasladaron desde Francia al crucero de la catedral de Burgos, donde permanecen.

Algún autor plantea que Jimena pudo haber plantado y difundido estratégicamente las primeras semillas del relato legendario sobre las hazañas de Rodrigo, que aproximadamente medio siglo después de su muerte se empezarían a plasmar en el Cantar de mio Cid.  Suponiendo que fuera así, con ello tal vez pretendía impulsar y legitimar una posible reconquista de Valencia, tras la evacuación ordenada por Alfonso VI, para mejorar el futuro de sus hijas, yernos (un príncipe de Navarra y un conde de Barcelona) y nietos“.

Más información: Condado de CastillaWikipedia, David Porrinas, El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra.