María Luisa Elío Bernal fue una intelectual y escritora del exilio republicano español en México, guionista y protagonista de la única película sobre el exilio rodada por los propios exiliados.

Nació en Pamplona en 1926. Era la menor de  tres hermanas (Cecilia, Carmen y María Luisa). A los trece años tuvo que salir de España y empezó su vida como exiliada.

El juez Luis Elío

Su padre, Luis Elío, procedía de una familia cercana a la aristocracia, dueña de numerosas tierras. En 1920 se licenció en Derecho por la Universidad Central de Madrid  y, ese mismo año, se colegió en Pamplona. En 1923 fue nombrado abogado fiscal sustituto y en 1926, juez municipal de Pamplona. Desde 1927 fue presidente del Comité Paritario Interlocal de Despachos, Oficinas y Bancos de Pamplona  y  de los Jurados Mixtos de Trabajo de Navarra, cargo que siguió desarrollando durante la Segunda república.  Con un sentido profundo de la justicia, entre otras decisiones cedió varias casas  a quienes trabajaban sus fincas. Su personalidad lo convirtió en un hombre muy querido por sus vecinos y admirado por los socialistas.

Un día después de estallar la Guerra Civil, el 19 de julio de 1936, fue detenido en su casa, en presencia de su mujer y sus hijas, y trasladado a comisaría.  Fue rescatado del fusilamiento por el propio comisario, conocido suyo. Ayudado por varias familias carlistas, estuvo escondido en la Casa de la Misericordia durante los tres años de la Guerra Civil.  Las condiciones eran muy duras. Vivía en un lavadero oculto de tres metros cuadrados con un pequeño ventanuco, por el que no podía mirar. A ello  se añadía la incertidumbre por el destino de su familia. A finales de 1939 lo llevaron a la frontera, donde un mugalari lo ayudó a cruzar los Pirineos, porque apenas podía caminar. Durante unos meses estuvo retenido en el campo de refugiados de Gurs, con combatientes españoles republicanos y voluntarios de las Brigadas Internacionales. En París se reunió por fin con su familia.

En 1940, viajó a México como exiliado. Trabajó como abogado, pero nunca recuperó su vida ni levantó su espíritu alicaído y triste (La memoria dolía y todo se había vuelto insoportable para el alma). Contó sus vivencias y sentimientos en una obra editada por él mismo ‘Soledad de Ausencia. Entre las sombras de la muerte’. En el diario, revive sus experiencias durante el cautiverio y hasta el momento de reencontrarse con su familia en París, el eco de los disparos en los fosos de la Ciudadela, su angustia durante los registros de la casa donde se escondía…

Encerrado en sí mismo y alejado emocionalmente de todo, al final se divorció de Carmen. Esta entró  en una profunda depresión y, con solo 59 años, fue diagnosticada de “locura” . La familia la ingresó en un sanatorio mental. Murió al golpearse la cabeza, cuando trataba de saltar una tapia para intentar escapar. Tras un día de búsqueda, la encontraron moribunda.

Luis residió en México hasta su muerte en 1968.

El exilio

Volviendo a la vida de María Luisa,  tras la detención del padre la familia intentó escapar a Valencia, donde la madre, que era originaria de Murcia,  tenía familia. Pero fueron detenidas en Elizondo y allí permanecieron tres meses. Al final consiguieron cruzar la frontera y, desde Francia, viajaron a Valencia. Cuando el gobierno republicano se retiró de esa ciudad, huyeron a Barcelona. Y cuando se preveía inminente la derrota final de la República,  cruzaron otra vez la frontera por el paso de Le Perthus en dirección a París. El 16 de febrero de 1940 zarparon de El Havre rumbo a México a bordo del De Grasse, tras una larguísima espera y en medio de un frío intenso.

En México, María Luisa vivió el dolor del exilio en su familia.  Estudió teatro en la academia de Seki Sano un director japonés que intentó revolucionar el teatro mexicano. Era un refugiado de la segunda Guerra Mundial, seguidor de las teorías de Stanislavski y Meyerhold. Después participó como actriz, en el grupo experimental vanguardista “Poesía en voz alta“, en el que colaboraban el escritor Octavio Paz, Juan José Arreola, la pintora inglesa Leonora Carrington y Juan Soriano.

Se casó con el poeta, cineasta y crítico de arte José Miguel García Ascot, otro exiliado que llegó a México con su familia a los doce años. Jomí había fundado el Cine Club Universitario en la Facultad de Filosofía  y Letras donde estudiaba, y el Cine Club de México en el Instituto Francés para la América Latina (IFAL).  La pareja se movían en los círculos mas ricos de la intelectualidad mexicana. Tuvieron un hijo, Diego García Elío.

En la década de los cincuenta, María Luisa y Jomí participaron activamente en numerosas iniciativas culturales. Se relacionaron con otros compañeros de exilio (Ramón Xirau, Emilio García Riera, José de la Colina…) y con los principales artistas e intelectuales mexicanos  (el escritor Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Juan García Ponce, Salvador Elizondo, la pintora Susana Noriega…

Con el triunfo de la revolución cubana, el matrimonio fue invitado a residir en la isla y a participar en su vida cultural. Allí convivieron con Alejo Carpentier, Julián Orbón, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Lezama Lima, Ángel Gaztelu y con otros colaboradores de la revista Orígenes,  hasta que se dieron cuenta de la inclinación política  del país hacia la Unión Soviética y de sus actividades represoras.

En el balcón vacío

Tras regresar a México, María Luisa le propuso a Jomí crear un proyecto cinematogáfico, en honor a los españoles muertos en el exilio. Ella escribió el guion y coprotagonizó esta cinta, la única película que el exilio español republicano realizó sobre sí mismo: En el balcón vacío.  Fue una película amateur, que dirigió su esposo. Los amigos cooperaron, subastaron dos cuadros donados por pintores famosos y ellos mismos fueron los actores.  Aunque nunca se estrenó comercialmente, recibió el “Premio de la Crítica” en el Festival de Locarno y el “Giallo d’Oro” en el de Sestri-Levante.

Según Eduardo Mateo Gambarte, biógrafo de la escritora: “Son los recuerdos de aquella guerra. Es una película antibelicista. No hay partidismo ni maniqueísmo. Esas dos cualidades son unas de las grandes virtudes de la obra. Hay dos bandos, expuestos por las preguntas y la mirada inocentes de la niña. María Luisa en ningún momento se enfrenta o se plantea quién tiene la razón o no. Pasa de bandos y banderías a centrarse siempre en la incomprensión horrorizada de la guerra expuesta en el devenir cotidiano, en sus inocentes vivencias de niña”.

La pareja mantenía una profunda amistad con Gabriel García Márquez, futuro premio Nobel de Literatura, quien les dedicó su novela Cien años de soledad.  También mantenían una estrecha relación con el poeta de la Generación del 27 Emilio Prados, con el cubano Eliseo Diego y con el colombiano Álvaro Mutis.

A la vez, María Luisa colaboraba en películas de época y publicó cuentos en medios de comunicación, como el suplemento “México en la Cultura” del diario Novedades y la Revista de la Universidad. También hizo lecturas públicas de sus cuentos (“De las señoras”, “Del miedo y del recuerdo”) en el Ateneo Español de México.

Cien años de soledad

A mediados de 1965 García Márquez empezó a hablar con sus amigos sobre la obra a la que venía dando vueltas en la cabeza desde hacía casi 20 años. En la obra García Márquez. El viaje a la semilla, la biografía,  el autor colombiano Dasso Saldívar  relata:

Entre los oyentes del aedo de Aracataca había uno insaciable, la española María Luisa Elío, quien logró que aquel le contara durante tres o cuatro horas la novela completa. Cuando el escritor le refirió la historia del cura que levita, su oyente salió del encantamiento y le lanzó la primera pregunta de incredulidad:

—Pero, ¿levita de verdad, Gabriel?

Entonces él le dio una explicación todavía más fantástica:

—Ten en cuenta que no estaba tomando té, sino chocolate a la española.

Al ver a su oyente subyugada, le preguntó si le gustaba la novela, y María Luisa simplemente le contestó:

—Si escribes eso, será una locura, una maravillosa locura.

—Pues es tuya —le dijo él“.

El mismo García Márquez afirmó posteriormente: “María Luisa Elío, con sus vértigos clarividentes, y Jomí García Ascot, su esposo, paralizado por su estupor poético, escuchaban mis relatos improvisados como señales cifradas de la Divina Providencia. Así que nunca tuve dudas, desde sus primeras visitas, para dedicarles el libro”.

El regreso

En 1970, 31 años después de salir de España, decide volver a Pamplona, ciudad en la que seguía viviendo en su memoria. Se había separado de su marido e iba acompañada de su hijo de seis años. Pero se encontró con una ciudad que no coincidía con su memoria: un lugar donde ella era una extraña y la ciudad un espacio irreconocible. “Quise recordar el cuarto donde dormía pero no pude. Pensé en la cara de mi padre pero me había olvidado. No encontré nada porque la guerra se lo había llevado. Voy a volver a donde las cosas no están ya. […] Ahora al fin me atrevo a regresar donde la gente ha muerto. Por eso sé que regresar es irse, irme”.   

Según Mateo Gambarte “Se encontró con una fría estación poblada de sombras, de silencios y de ausencias. Una mujer aferrada a su pasado y a la mano de su hijo de seis años buscando fantasmas del pretérito en el balcón vacío de una casa deshabitada desde su infancia. Solo escucha la voz de toda la nostalgia acumulada durante más de treinta años. La voz de nadie. Nadie la reconoce y ella tampoco reconoce sus recuerdos. “Regresar es irse”, concluirá la autora tras ese intento baldío de recuperar su pasado. 

Al regresar a México, sufrió una crisis nerviosa que la tuvo hospitalizada.

En la obra Tiempo de llorar (1988) María Luisa cuenta su viaje y su experiencia emocional. Es “uno de los libros más hermosos acerca del regreso a la ciudad natal”.  Posteriormente, escribió Cuaderno de apuntes en carne viva (1995), otra obra llena también de sensibilidad y recuerdos.   En 2002 la Editorial Turner los publicó reunidos en el volumen Tiempo de llorar y otros relatos.

Murió en 2009 en Ciudad de México, a 9.000 kilómetros de su Pamplona natal. Tenía 83 años.

Más información, Diario de Navarra, Wikipedia, ABC, El Confidencial.