La semana pasada estuve escuchando, en la Sexta, una entrevista a Arturo Pérez Reverte. Me pareció brillante, la verdad. Siempre intento reconocer aquello que es bueno, el talento de las personas inteligentes, independientemente de que coincidan o no, en todo en parte, con mis ideas. Creo que no estamos acostumbrados a que nos hablen de forma directa, ni que se responda claramente a lo que se pregunta y que, además, la respuesta sea fundamentada y argumentada.

Yo, ya hace mucho tiempo, que aspiro a utilizar mi tiempo libre en cosas que realmente me gustan o me interesan, sean banales o profundas, y en escuchar y aprender de personas capaces e inteligentes, que me aporten cosas interesantes, que me motiven, enriquezcan o entretengan, en una frase, que amplíen mi horizonte. No gente que, me atrevería a llamar, vacía de contenido.

Centrándome en el tema del que queremos hablar en esta entrada, que nos es otro que el lenguaje y el idioma, me encantó todo lo que dijo respecto al lenguaje inclusivo, y lo que significaba nuestra Academia de la Lengua, como cemento de unión de más de 400 millones de hispanohablantes. Para él, la lengua española es realmente un asunto de estado fundamental, y la calificó como la verdadera patria común. No se podría encontrar una definición mejor.

Hay dos cosas que la gente de mi generación observa con pena, la primera el uso tan pobre que a veces se hace del español y, la segunda, como no sabemos, y a veces no queremos, poner a nuestra lengua en el lugar que le corresponde, ni nos interesa protegerla como se merece. De muchos es sabido que tener la capacidad de hablar y expresarse correctamente en una lengua otorga, a todos los niveles, una ventaja competitiva casi imposible de superar con otras cosas. Esto que, especialmente los españoles, no hemos aprendido del todo bien, sí que lo saben y lo utilizan de sobra los ingleses, por ejemplo. Ellos sí que tienen claro que les ayuda a mantener su hegemonía en muchos ámbitos en los que, realmente, ya no la tienen e incluso es discutible que algún día la tuvieron.

Es habitual, observar como los ingleses se resisten a utilizar otra lengua que no sea el inglés, porque saben que con ello tienen una gran ventaja que no tendrían de otra manera. Hace unos años un directivo de una compañía, que no era español, pero que llevaba viviendo muchos años en España y trabajando en una empresa española, ante la pregunta de un compañero de porque escribía todos sus correos en inglés y procuraba hablar en público siempre en inglés, aunque el auditorio fuera español, reconoció que, siendo su lengua materna, le servía enormemente porque, si decía alguna tontería, los demás no se daban cuenta, cosa que no ocurriría si lo hacía en español.

Durante mi vida laboral he tenido la suerte de tratar con muchos latinoamericanos y reconozco que siempre me ha dado una envidia sana observar que utilizan con una mayor riqueza y perfección el español, tanto de forma oral como de forma escrita y que, aunque sepan otros idiomas perfectamente, no tienen ese afán que tenemos nosotros de denostar un idioma como el nuestro, con esa actitud estúpida.

Estamos totalmente a favor de que nuestros hijos aprendan todos los idiomas posibles. Sabemos que hablar varios idiomas no solo otorga grandes ventajas, sino que te abre un mundo increíble de posibilidades. Sabemos que es la manera real de relacionarse y de imbuirse de cualquier cultura, pero también creemos que mucha gente utiliza el comodín del idioma, en eso tan español como es el irnos de un extremo al otro. Hay personas que tapan sus escasos o pobres conocimientos sobre la que realmente es su materia, con la utilización sistemática de otra lengua y, muchas veces, ni nos damos cuenta.

Ha habido una época en la que se premiaba con ascensos a personas que tenían un buen dominio del inglés sin tener en cuenta su poco dominio del campo para el que se le había contratado y, lejos de mostrarse cautelosos y comedidos, para que los demás no les sacaran los colores, se han permitido el lujo de decir a aquellos que tenían mucho más conocimiento que ellos, pero que no manejaban tan bien el idioma extranjero, que no iban a llegar a ningún lado.

Es hora de empezar nuevamente a racionalizar las cosas y darle el lugar y la importancia que les corresponde. El idioma, como hemos dicho al principio de esta entrada, otorga a los países la mayor ventaja competitiva que puedan tener. Un idioma como el nuestro, hablado por tanta gente, en tantos países, si realmente supiéramos y quisiéramos ponerlo en valor, mejoraría sustancialmente nuestro poder y nuestra fuerza en el mundo, además de reforzar nuestros lazos con personas que están, a veces, más interesadas que nosotras en aprenderlo.

Como dijo Arturo Pérez Reverte, la lengua es el instrumento más potente que existe para entenderse y utilizar la lengua como arma política un disparate mayúsculo porque nos limita y no somos conscientes de hasta qué punto nos debilita. Deberíamos poner todo nuestro esfuerzo y tesón en hacer brillar el español, en todo el mundo, en lugar de menoscabarlo. Sería aconsejable poner todos los medios para que nuestros hijos y las generaciones futuras, valoren, quieran y cuiden nuestro idioma, de verdad, porque con ello se tenderán puentes. El idioma es lo que nos da identidad. Con él posicionaremos a nuestro país y nuestra cultura, con toda su riqueza y todas sus diferencias, en los primeros puestos.

Hasta que no veamos nuestro idioma como una madre que nos aglutina y nos da cobijo y fuerza, no seremos realmente competitivos y admirados por los demás. Tenemos que saber, que cabalgando sobre una lengua común, tan rica e importante como el español, seremos invencibles.