Todas las mujeres que, siendo ellas mismas y con lealtad a sus convicciones, luchan por mejorar las cosas, y por aportar a los demás lo mejor de su inteligencia, capacidad e intuición tienen todo nuestro apoyo y reconocimiento, sean del signo que sean.

Estamos convencidas de que, independientemente de sus ideas y valores o del partido político al que pertenezcan, se esforzarán al máximo con honestidad y pondrán todo su empeño, compromiso y entusiasmo para llevar la tarea encomendada a buen término.  No en vano, para acceder a tal responsabilidad algunas o muchas de ellas habrán tenido que superar un buen número de condicionantes,   salir airosas de la exigencia de ser multitarea y de la autoexigencia tan alta que a menudo nos imponemos o nos imponen… o haber sabido conciliar y gestionar los diferentes mundos de sus vidas, a pesar de dificultades y estrés.

Como hemos comentado en otra entrada, no solo detrás de cada gran hombre casi siempre hay una gran mujer, sino que detrás de muchos hombres -grandes, medianos o pequeños-  a menudo hay una o varias mujeres haciendo la mayor parte del trabajo, anticipando ideas, y solucionando los errores y problemas que van surgiendo.

Nuestra enhorabuena a las nuevas ministras que ahora empiezan a trabajar para todos los españoles y también a las que han dejado de serlo, por sus años de dedicación, compromiso y esfuerzo. En el trasvase de carteras, unas y otras han mostrado la generosidad, madurez y buen hacer que caracteriza a la mayoría de mujeres.  Cuando la mujer ocupe el sitio que sin regalos ni paternalismos merece, el mundo será mejor para todos: hombres y mujeres.

Ministras: ¡Tenéis todo nuestro apoyo!

 

Donde quiera que veáis la moderación sin tristeza, la concordia sin esclavitud, la abundancia sin profusión… decid: “es un ser venturoso el que aquí gobierna”. Jean Jacques Rousseau (1712-1778)

Aquel que gobierna por medio de su excelencia moral puede compararse a la estrella polar, que permanece en su sitio en tanto todas las demás estrellas se inclinan ante ella. Confucio  (551 AC-478 A.C.)

El principio del buen gobierno democrático es la virtud.   Montesquieu (1689-1755)