Ayer, viernes en el que el Ministerio de Sanidad decidió mantener a Madrid en Fase 0 y que yo pronosticaba como día muy conflictivo, no pasó nada. Eso sí, en Nuñez de Balboa y alrededores hubo muchísima gente con banderas, cacerolas y gritos en contra del gobierno, pero sin altercados; yo, al menos, no vi ninguno.

Como seguimos sin la posibilidad de salir a terrazas o de reuniones con amigos, hemos tenido un fin de semana clásico de confinamiento: limpieza doméstica, lectura, películas, series y videoconferencias con amigos. Como las cosas parece que están un poco más relajadas, hoy a las 20:00 he ido a casa de mi tía para que su cuidadora pudiera salir aprovechando la franja horaria de los adultos. Aunque es algo que hacía antes del confinamiento, me ha resultado una novedad. No sé si os pasará a vosotros pero a mí, todo lo anterior al confinamiento me parece muy lejano en el tiempo… y solo han pasado dos meses.

Hoy es martes 19 de mayo. Aunque Madrid sigue en Fase 0 (bueno, ahora se llama Fase 0,5) las medidas de alivio han permitido abrir a muchas tiendas por lo que se ve más gente por la calle y el ambiente es más alegre. También ayuda que el tiempo ha mejorado. La novedad del día es que he ido a la manicura, aunque casi no he podido ver la cara de Kelly, la chica colombiana que me hace la manicura desde hace años, porque ninguna de las dos nos hemos quitado la mascarilla en ningún momento. Antes de hacerme pasar, Kelly ha desinfectado el área de trabajo y la silla en la que yo me he sentado. Hablando sobre cómo están las cosas me comenta que ella sospecha que ha pasado la enfermedad. “¿No recuerdas que la última vez que estuviste te conté que mi madre tenía una gripe muy fuerte y que se la había contagiado a mi novio?” me pregunta.  Claro que lo recuerdo… y recuerdo que me contó que ella no estaba tan mal pero que se encontraba cansada y con pesadez de cabeza. Y mientras tanto yo, a menos de un metro de distancia, escuchándola tan contenta… menos mal que ya han pasado más de dos meses y menos mal que cuando empezó el confinamiento en ningún momento me acordé de esta conversación. Seguro que hubiera desarrollado todos los síntomas que contaban en la televisión aun sin estar infectada.

Por cierto, después de dos meses, mis manos parecen otras. En mi caso la manicura es una actividad esencial; desde pequeña y hasta bien entrada la adolescencia me comí las uñas por lo que tengo la mala costumbre de llevarme las manos a la boca. Si las tengo arregladas me controlo pero si están hechas un desastre…

Hoy jueves tocaba peluquería ¡Qué falta me hacía! A mí y a mi marido, que al final se ha venido conmigo. Nuestro peluquero está tan solicitado estos días que nos citó a las 19:00. No me extraña que esté agobiado, las medidas higiénicas que han implementado en la peluquería son impresionantes. Cuando llegas tienes que limpiarte los zapatos en una alfombrilla desinfectante y lavarte las manos con gel hidroalcohólico. Usan capas y toallas de un solo uso y desinfectan la silla en la que te van a arreglar así como todo el material que han usado con el cliente anterior. Por supuesto que es obligatorio el uso de mascarilla así que, para poder cortarte el pelo o teñirte, te la sujetan con esparadrapo para que puedas quitarte las tiras de las orejas. Han anulado puestos y en la zona de lavado han puesto mamparas de separación entre las sillas. Pero ¿cómo es posible que les salgan las cuentas? Según mi peluquero, malamente. Antes, mientras una clienta tenía el tinte o las mechas puestas, aprovechaba para peinar o cortar a otra, pero eso ahora no puede hacerlo. Y además ahora han tenido que adaptar la peluquería, comprar todo el material desinfectante y cantidades ingentes de capas y toallas de un solo uso. Por cierto, aunque sea una frivolidad, lo que más rabia me da es que han quitado todas las revistas de cotilleo que yo siempre aprovecho para leer cuando voy y así ponerme al día del mundo de la farándula.

Se me olvida comentar que los aplausos de las 20:00 han desaparecido y han sido sustituidos por la cacerolada de las 21:00, incluso en mi calle. Supongo que cuando pasemos a la Fase I, que todos damos por seguro que ocurrirá el próximo lunes, se relajarán los ánimos.

Hoy es lunes 25 de mayo y ya estamos en la Fase I. Aunque había planeado con mi hija que íbamos a ir a tomar el aperitivo a una terraza, al final no hemos ido. No hay tantas terrazas abiertas y las que han abierto tienen pocas mesas que, como era de esperar, están muy solicitadas. Así que hemos decidido dejarlo para más adelante. Además ella sí ha quedado esta noche con diez amigos, básicamente porque es el máximo permitido, para celebrar los cumpleaños del confinamiento en una terraza que sí admite reservas. Comienza la diáspora y se acabó el dormir plácidamente toda la noche. Al final echaré de menos estos días de confinamiento y de Fase 0 con todos en casa, como muy tarde, a las 23:00. Veremos.

Aunque todos hemos trabajado, estudiado, visto películas y series, hablado con amigos…, sin ningún problema durante toda la cuarentena, hoy se nos ha estropeado el router. ¡Qué tragedia! ¡Ese maravilloso cacharro que nos ha conectado con el mundo y la vida durante el confinamiento! El problema añadido es que  mis hijas tienen exámenes a partir del miércoles. He llamado varias veces a mi operadora pidiendo que prioricen mi entrega pero, claro, supongo que seremos muchos haciendo la misma petición…

Hoy, primer martes de la Fase I, mi tía de 96 años ha salido a la calle. Llevaba dos meses y medio sin salir porque, además de estar muy enferma, tenía miedo. Sin embargo hoy se ha puesto el miedo por montera y se ha lanzado conmigo a la calle dispuesta a ir al banco. La verdad es que hacía un día precioso así que ha sido ella la que me ha sugerido tomar una caña en una terraza. Y así me he estrenado en las terrazas de la Fase I: ¡tomando una caña con mi tía de 96 años! De todas formas, ya tenemos una mesa reservada el viernes en nuestro bar de siempre para celebrar con los amigos el fin del confinamiento.

Aún no me ha llegado el nuevo router y mi hija ha tenido un examen a las 14:30. A las 14:00 he reseteado el router viejo y he prohibido al resto de miembros de la familia la conexión a Internet desde cualquier dispositivo hasta el final del examen. Lo he pasado fatal durante ese tiempo pensando en que tuviera algún problema que le hiciera perder el tiempo y la concentración, pero no, todo ha ido estupendamente. De hecho a las 20:00 han salido las notas y ¡ha aprobado! Los exámenes a través de Internet merecerían una entrada dedicada, quizá la haga contando los distintos sistemas que han utilizado mis hijas.

Hoy, jueves, me acaba de llegar el router minutos antes del comienzo del examen de mi otra hija ¡el último examen de la carrera! Evidentemente no me puesto a sustituirlo y he hecho lo mismo que ayer: todos desconectados mientras ella se examinaba y, al igual que ayer, todo ha ido bien y además, le ha salido estupendamente. Si estuviéramos en un día normal, hoy toda la clase estaría de celebración hasta las 6 o 7 de la mañana pero hoy, les está costando Dios y ayuda conseguir una mesa en una terraza… pobres. En fin, ahora me voy a preparar para hacer una de las cosas que más he echado de menos todo este tiempo: un paseo por El Retiro, que precisamente ha reabierto sus puertas el lunes. Mañana os cuento.