Doña Mayor de Ulloa consiguió en pleno siglo XV no casarse con quien sus padres habían decidido cuando era una niña. Peleó, argumentó y lo consiguió. Aunque su decisión generó conflictos, se casó con un hombre al que aceptó voluntariamente. Como dama de la nobleza y mientras su marido estaba en guerras e intrigas políticas, gestionó y tomó decisiones sobre el patrimonio de la familia, que incluía su propia dote; se ocupó de la educación de sus hijos; y se responsabilizó de las personas de las que era señora, del pequeño mundo que gobernaba.

Fue la cuarta hija de don Lope Sánchez de Ulloa, señor de la casa de Ulloa, y de su segunda mujer, doña Inés de Castro, quien era hija de don Alonso el Tuerto, señor de Castroverde.

Cuando era una niña de aproximadamente nueve años, sus padres acordaron su matrimonio con don Juan de Zúñiga o Moço, sobrino de doña Teresa de Zúñiga, condesa de Santa Marta.   Se trataba de un matrimonio de conveniencia pactado, dentro de las habituales alianzas estratégicas matrimoniales, vigentes en la Edad Media, en los siglos anteriores y durante varios siglos más.

¡No quiero! Así no me caso

En cuanto fue consciente de ello, y a pesar de su juventud, Mayor se opuso tajantemente al casamiento. Tal fue su insistencia y tanto luchó, que sus padres terminaron aceptando. Mayor expuso las razones de su negativa en la declaración judicial, con consideraciones muy contundentes   dictadas por ella misma.  La sentencia del largo debate judicial sobre el quebrantamiento del  compromiso, proceso que duró años,  fue  dictada por García Lopes Dálvares, bachiller en Decretos, tesoureiro da iglesia de Tuy, vicario e ofiçial general del obispo don Luis Pimentel.

“(…) que ao dito tempo ela non era de ydade más que de nove ou des anos pouquo mais ou menos tempo, e que ela antes e despoys que chegou a idade de dose anos que en eles expresava o contradesera o dito matrimonio et casamento, et non consentira en él, non consentía aynda agora, antes expresamente o contradesía e non lle prouvera nen prasía del, et que si alguas taes palabras de feyto avian pasado que ela despoys fasta agora, en público e en ascondido, no avía consentido nen consentira en elas, nen consentía; e que segundo dereito o matrimonio ontre eles moços menores de ydad ligitima antes dos ligitimos anos feyto ou contraydo non balía nen tiinan por que ela desía que os moços antes dos ligitimos anos por suas solas palabras non contrayan, nen contrahen, como se entendan en manera alguna de dereito non consentyr; e que o casamente ou matrimonio contrahydo antes que a muller ouvise e aja dose anos e o home outros quatorse anos compridos, que segundo dereito son ligitimos anos para casar, non val de dereito nen ten fermesa alguna”.

Poco después, y   liberada ya del compromiso, se casó por voluntad propia con don Diego de Lemos, un noble menor, hijo de don Alonso López de Lemos y Balboa,  de la Casa de Ferreira y señor de Pantón y Sober.

Líder de la sublevación Irmandiña

La poderosa familia de los Zúñiga se sintió desairada y agraviada. El asunto generó  graves conflictos en el seno de la nobleza gallega y enfrentó sobre todo a los Ulloa, los Zúñiga y los López  de Lemos.  Como marido, Diego tuvo que asumir las consecuencias de la decisión que, en su día, había tomado Mayor.  Este fue uno más de los varios motivos por los que Diego, a pesar de pertenecer a la nobleza y de tener que enfrentarse a su propio padre,  decidió unirse a los irmandiños sublevados.

La revuelta irmandiña (Xunta da Santa Irmandade do reino de Galicia) fue una rebelión social contra la nobleza feudal, que tuvo lugar en Galicia desde  1467 a 1469.  Diego fue uno de los tres caudillos que lideraron la revuelta.  Encabezó  las acciones militares en el sur de  Lugo y norte de Orense. Operaba entre los ríos Ulla y Limia, y se hizo con el control de Lugo. Tras la destrucción de su castillo, los irmandiños iniciaron un ataque por las tierras lucenses derribando todas las fortificaciones que encontraron. Monforte, Sarria y Chantada cayeron poco después. El conde de Lemos, el mayor noble de Galicia, tuvo que huir y se refugió en Ponferrada.

Según documentos, durante una de las batallas, Alonso, enfrentado a su propio hijo, cayó por dos veces de su cabalgadura, pero ayudado por los suyos volvió a la lucha hasta llegar a Monforte, donde echó a los irmandiños  y se apoderó de la villa,  para entregársela al Conde de Lemos.

Derrotada la revuelta y a pesar de su situación de debilidad,  Diego consiguió en 1470 ponerse más o menos a bien con los más poderosos de la alta nobleza gallega, entre otros con el propio conde de Lemos y con don Juan de Zúñiga, vizconde de Monterrey. Con ellos suscribió una alianza contra el arzobispo de Santiago, al que acusaban de que “acompañado de mucha soberbia y codiçia, se senorea las çibdades, villas y lugares del rey, nuestro señor, e asy los bienes e faziendas de los cavalleros e fidalgos deste regno de Gallisia“.  Además, continuó con sus  alianzas e intrigas, para ganarse la confianza, entre otros, de los reyes de Castilla (Enrique IV y Reyes Católicos…) y así defender sus heredades y poder dotar a sus hijos.

Mayor y Diego vivieron en el castillo de Maside, en un clima a veces de incertidumbre e inestabilidad, otras de violencia e  indefensión  por la difícil situación política,  y también con etapas de paz y de cierta prosperidad.   Parece que se respetaron y apoyaron. Tuvieron seis hijos. El mayor fue Lope Sánchez de Ulloa. Después nacieron Juana de Lemos (abadesa),  María López de Lemos, Alonso López de Lemos, Berenguela de Lemos y Teresa López de Ribadeneira. También nacieron otros dos hijos “de ganancia” (hijos naturales o hijos con  prostitutas del esposo), a los que al final de su vida Diego menciona y deja herencia en su testamento, dictado ante notario en 1492. Uno de ellos fue abad.

“A estos dos hijos mandó y rogó por su bendición <que axan amor leal e berdadero a miña muller doña Mayor e a meus fillos, seus yrmaus, e a sirvan e ayuden y onrren en lo que pudieren e sexan todos a se ajudar unos a outros e onrrar e ansí o rogo e mando a miña muller e fillos>”.

La revuelta Irmandiña

La principal revuelta protagonizada por el campesinado gallego, víctima de los abusos señoriales, fue la de los irmandiños. Surgió por la existencia de una «mentalidad justiciera y antiseñorial» en la sociedad gallega bajomedieval, que rechazaba las injusticias cometidas por los señores feudales y postfeudales, considerados popularmente como «malhechores». Fue probablemente la mayor revuelta europea del siglo XV.   Contó con una gran participación social, más de 90.000 sublevados (campesinos, gentes de ciudades, baja nobleza, hidalguía y el bajo clero),  lo que la convirtió en una auténtica guerra civil.

Galicia se había convertido en una región dependiente de la Corona de Castilla.  El gran poder de su nobleza (los Osorio en Monforte de Lemos y Sarria, los Andrade en Pontedeume, los Moscoso en Vimianzo, los Sarmiento, los Ulloa, los Sotomayor, etc.) suponía un quebradero de cabeza para la Corona y una carga para las clases populares.

El campesinado gallego tenía un fuerte sentimiento de agravio y descontento, debido al hambre (consecuencia de las malas cosechas), las epidemias, entre ellas la peste, y los abusos,  principalmente recaudatorios y fiscales, de la nobleza.  A ello se añadía  las negativas consecuencias para ellos de la guerra civil en Castilla, entre Enrique IV de Castilla y el infante don Alfonso.

El 25 de abril de 1467 fue arrasada la primera fortificación, el Castillo Ramiro, cerca de Orense.  Pero dos años después, las tropas feudales, con el apoyo de los reyes de Castilla y Portugal, vencieron a los irmandiños y arrestaron a sus líderes. No hubo castigos ejemplares de los vencedores sobre los vasallos que se habían rebelado. Era difícil, por el carácter masivo del movimiento antiseñorial y contra las fortificaciones. Diego de Lemos, con sus habilidades diplomáticas y el prestigio de su familia, apenas fue represaliado y llegó a obtener el favor de los reyes.

Más información, wikipedia, Galicia central, Las calendas griegas, Eduardo Pardo de Guevara y Valdés  Cuaderno de estudios gallegos, El País