La semana pasada  una amiga me pasó una entrevista a una socióloga inglesa, Catherine Hakim, que trabaja en la London School of Economics y que ha publicado un libro, Capital erótico, donde expone la teoría que voy a comentar. Llama capital erótico a algo en su opinión poco estudiado, pero que tiene gran influencia en el éxito de las personas. Afirma, basándose en estudios, que las personas atractivas llaman más la atención y predisponen positivamente a los otros, lo cual les genera un amplio beneficio a todos los niveles.  Eso del capital erótico afecta tanto a hombres como a mujeres, aunque luego veremos la sutil pero importante diferencia.

La socióloga viene a decir que, aparte del capital humano, social y económico, existe el capital erótico. Sería una unión entre el atractivo, saber vestirse y comportarse adecuadamente, tener encanto, don de gentes, vitalidad, humor, inteligencia… Entre ejemplos de mujeres que ella entiende poseen un alto capital erótico se encuentran mujeres tan diferentes como Madona, Victoria Abril o C. Lagarde, lo cual, muestra que no se está pensando tanto en mujeres bellísimas en el plano físico, como en mujeres con encanto, capaces de ejercer una cierta fascinación sobre los demás. El concepto de belleza va más allá de lo físico, es inteligencia, personalidad, sentido del humor, carácter. Estas personas acaban alcanzando mucho más fácilmente, que otras, lo que se proponen

Ella afirma, y yo también lo creo, que es un capital que todos podemos cultivar porque está al alcance de cualquiera y viene a estimar que, aunque es verdad que hay personas que nacen ya con ese capital erótico, hay un porcentaje muy alto por lo menos la mitad, que está al alcance de todos. Cualquiera lo puede desarrollar y trabajar.

Sin querer entrar en disquisiciones sobre el libro, ni en la teoría de Catherine, porque no me he zambullido en ella con la profundidad suficiente,  ni tampoco esta entrada es un tratado, sino simplemente una rápida reflexión,   lo llamemos capital erótico o lo llamemos  Juan o Pedro, es  cierto que las personas atractivas, con don de gentes, vitales, amables, educadas, con encanto, es decir, aquellas que fascinan e interesan a los demás, consiguen más fácilmente la mayor parte de las cosas.

La parte que más me ha gustado y que me parece totalmente acertada es en la que dice que las mujeres son menos sensibles al capital erótico masculino que los hombres al femenino y, lo mejor, es algo que ya también nosotras sabíamos, y es que con la edad y la madurez las mujeres somos mucho menos sensibles a ese capital erótico masculino y en cambio en los hombres va en aumento. Vamos que no somos ni mucho menos tan proclives a vernos envueltas, sin ton ni son, en ese capital erótico y, por lo tanto, la posición femenina para negociar, entre comillas con ello, es mucho más fuerte que la de los hombres. Todo ello otorga una ventaja a las mujeres en su utilización. Ejemplos tenemos miles.

No puedo muchas veces evitar llevar a cabo lo que llamo puesta en práctica de mis teorías, de vez en cuando, en las tareas más cotidianas. Llevo tiempo observando que, ante la puesta en práctica de este capital erótico femenino, de forma consciente o inconsciente, la mayor parte de los hombres sucumben a ello.

Hace relativamente poco estaba en una cafetería y me puse a observar la reacción del camarero. Era un hombre malhumorado, ante las peticiones de las diferentes señoras y señoritas, que poblaban el local. En la cafetería había varios grupos de chicas jóvenes, guapas y simpáticas y también había mujeres ya en torno a los 70 años, en animada charla. Cada vez que una de las chicas más jóvenes y monas le pedía algo al camarero, aunque le tuvieran como p por rastrojo él reaccionaba tan contento, sin quejarse. Le estaban pidiendo mil vasos de agua, llevaban un montón de tiempo, y no se habían tomado casi ninguna consumición, pero él, ante lo que podríamos llamar la llamada de la selva, reaccionaba bien. En cambio, se mostraba bastante desagradable, si la petición le venía una de esas mujeres mayores, ya poco dadas a templar gaitas. Está claro, le estaba obnubilando el capital erótico de las jóvenes.

Hace ya algunos años, una famosa directiva de una empresa tecnológica reconoció, que aparte de estar muy bien formada en su ámbito y tener experiencia y currículo, en su llegada a ese puesto, tan complicado para una mujer en un mundo tan masculino, también, estaba segura, había influido, el hecho de ser considerada una mujer atractiva.

Intentando ir un poco más allá, y no quedarnos en lo aparente y obvio, sí que creo que intentar mostrar nuestras cualidades y cuidar de nuestro aspecto, en primer lugar por nosotras mismas y también, porque no, por los demás, abre puertas. Insisto que no estoy hablando de ser una belleza o de tener un cuerpo espectacular, sino de tomar conciencia de lo mejor que tenemos para sacarnos el mayor partido.

Obviamente no estoy hablando de intentar convertirnos en lo que no somos ni de buscar un ideal tan alejado de nuestra realidad, que se convierta en imposible y nos amargue la vida. Pero sí creo que las personas que se cuidan, acaban adquiriendo una seguridad, que las hace atractivas frente a los demás.

Después de la teoría de Catherine Hawkins ya sabemos que, además de que todo el mundo podemos cultivarlo, los hombres son más fáciles para dejarse, no quiero llamar embaucar, sino encandilar, por ese capital.

Quizá llamarlo capital erótico no sea políticamente correcto y suene feo, porque puede parecer que lo que se está promulgando es obtener beneficios utilizando el sexo o la sexualidad, y esa no es la intención. Si lo llamáramos encanto personal, a lo mejor no genera tanta controversia, porque todos los días nos hartamos de decir, he conocido a tal o tal persona, es encantadora, súpersimpática, majísima, abierta,  etc., etc., etc.  Al final esto es puro, purito, ¡capital erótico!

Todas las mujeres tienen algo bello, hermoso, que las caracteriza. Saberlo y sentirlo así nos hace más seguras y atractivas. Esa seguridad hará que nos mostremos más confiadas, vitales, inteligentes y los demás nos encontrarán más atractivas, en la amplia acepción de la palabra.

¿A que todas tenéis en mente un montón de hombres que, poniendo en juego su capital erótico, están llegando lejos? Desde Obama a Varoufakis, pasando por varios españoles. Pero a nosotras, no todos los que ponen en juego su capital erótico nos venden la moto.  Tienen que tener muchos más capitales, cualidades y capacidades que ofrecernos.   ¡Adelante!, nosotras ya sabemos que de mujeres encantadoras, vitales e inteligentes está lleno el mundo.  Solo queda ponerlo de manera honesta en juego, porque ya ha quedado demostrado lo que  sabíamos: que encandilar a nuestros queridos amigos es, digamos, relativamente fácil.