María Isidra Quintina de Guzmán y de la Cerda fue una erudita madrileña del Siglo de las Luces,  la primera española que consiguió el título de doctor, y también la primera mujer académica  ”honoraria” de la Lengua y de la Real Academia de la Historia.

Nació en Madrid en 1767.  Sus padres fueron dos grandes de España: el marqués de Aguilar de Campoo, conde de Oñate y marqués de Montealegre,   y la duquesa de Nájera y condesa de Paredes de Nava. No fue la primera mujer intelectual de su familia. Su abuela materna, la también condesa de Paredes, escribió los seis volúmenes del Año cristiano,  impresos en Madrid en 1654.

Curiosa, inteligente, muy aficionada al estudio y dotada de una portentosa memoria,   María Isidra  recibió una educación de calidad de la mano de su preceptor Antonio Almarza.   A pesar de que en su tiempo los estudios y el acceso a la universidad estaban  vedados a las mujeres, con el apoyo de sus padres pudo continuar sus estudios y ser políglota.  Empezó a escribir y a hacer traducciones del griego, aunque muchas las hizo a partir de versiones en francés.

Por su rango nobiliario, tuvo contacto frecuente con Carlos III, quien sentía por ella cariño y admiración.

La doctora de Alcalá

Su padre escribió al ministro Floridablanca, solicitando el permiso del Rey para que su hija pudiera examinarse en la Universidad Complutense de Alcalá de Henares e intentar conseguir el título de doctor. El Rey consideró que tenía méritos para ser también académica de la Lengua y  que podría convertirse en un modelo para las mujeres españolas, lo que estaba en línea con sus ideas ilustradas y sus objetivos políticos. Así que estuvo de acuerdo.  Tal como consta en una esquela de mano de Floridablanca,  el Claustro de la Universidad de Alcalá se reunió por petición del Rey, para examinar a la joven y decidir “si la consideraba acreedora a la investidura de los grados de doctora en Filosofía y Letras Humanas”.

María Isidra fue examinada de griego, latín, francés, italiano, español, retórica, mitología, geometría, geografía, filosofía, lógica, ontosofía (sabiduría del ser), teosofía, psicología, física, el mundo animal y vegetal, el sistema del orbe, y la esfera armilar y ética.  Disertó sobre el comediógrafo griego Menandro, glosando su frase: “No hay patrimonio más precioso que la sabiduría”. La defensa de su tesis fue muy aplaudida, aunque tres doctores en Teología dejaron su protesta por escrito.

Tras examinarse con éxito de forma oral y ante un público numeroso, fue nombrada doctora y maestra.  También recibió los títulos de Catedrática de Filosofía conciliadora y Examinadora.  Tenía 16 años.

La investidura se celebró con gran pompa y el claustro acuñó una moneda de plata. En el acto, se suprimió el abrazo que el rector y los doctores deberían haberle dado en señal de fraternidad, probablemente por ser la doctoranda mujer.

Socia de la Real Academia Española

La Real Academia Española (RAE) la nombró socia “honoraria”. “La Academia, informada de sus extraordinarios progresos y adelantamientos en elocuencia y en las lenguas, particularmente en la castellana, y al mérito personal, acordó admitirla con uniformidad de votos”.

María Isidra  pronunció el  discurso “Oración del género eucarístico que hizo a la Real Academia Española la Exc.ma Señora… en el día 28 de diciembre del año de 1784 en que fue incorporada por socia de dicha Real Academia”. Madrid, Joaquín Ibarra, 1785.   “(…) Soy una joven que ha empleado sus pueriles ocios en la lección e inteligencia de vuestros diccionarios”. “¿No ha sido necesario apurar toda la liberalidad de la Real Academia Española para elevar a un honor, que es el más distinguido empleo y encumbrado premio de los más esclarecidos literatos, a una joven de 17 años que no ha conocido sino por el nombre los Gimnasios, las Academias o los Seminarios, ni ha tocado los umbrales del famoso templo de Minerva, ni aun oído otra voz que la de un solo maestro?”   Poco después fue nombrada socia honoraria de  la Real Academia de la Historia.

En 1785 ingresó en la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País y el año siguiente en la Sociedad Económica Matritense, con el apoyo de Jovellanos y a pesar de la oposición del financiero Cabarrús. Para esta sociedad escribió una versión de las obras del escritor  latino sobre agricultura Columela.  En su discurso de ingreso, mostró su admiración al Rey: “El gran Carlos III, que excediendo a Camilo en el amor a la patria, a Torcuato en la igualdad de la justicia, y en el desvelo a Temistocles…”    Su entrada en la Matritense provocó que posteriormente ingresaran otras mujeres, por lo que se creó la Junta de Damas.

Con 17 años, era doctora por la Universidad de Alcalá,  académica de la Lengua y miembro de la Sociedad Económica matritense. Y participaba activamente en los salones literarios de Madrid.

Desde 1794 perteneció a la Junta de Damas de Honor y Mérito, con la banda de la Orden de damas nobles de María Luisa.

En 1789, con 22 años, se casó en la iglesia de San Ginés de Madrid con Rafael Antonio Alfonso de Sousa de Portugal (1771 – 1812), Grande de España, marqués de Guadalcázar y conde de los Arenales, con quien se trasladó a Córdoba y allí vivió en el palacio de su marido.  Tuvieron cuatro hijos:  Magdalena, Luisa Rafaela, Rafael María e Isidro.

Murió en 1803. Tenía 35 años. Fue enterrada en la iglesia de Santa Marina de Aguas Santas, donde se conserva una lápida con su escudo.

A pesar de ser una de las mujeres de mayor cultura y talento de la Ilustración y de que su erudición solo era comparable a la de algunas monjas dedicadas en sus conventos casi por completo al estudio,  María Isidra  apenas dio frutos.  Tal vez por su continua mala salud; quizá porque priorizó la atención y el cuidado de su familia a la actividad intelectual; o porque los prejuicios sociales relacionados con lo que se esperaba de ella como mujer de la alta nobleza le impidieron  plasmar de forma concreta su inteligencia y capacidad. Fue pionera en acceder a instituciones reservadas hasta entonces solo a hombres; eso sí.

Más información, en el libro de  María Jesús Vázquez Madruga, en la obra “Mujeres cordobesas. Su contribución al Patrimonio“, editado por la diputación de córdoba, Mujeres con ciencia, página de José Carlos Canalda  y en wikipedia.