Juliana Morell demostró a las personas de su tiempo que su talento, el de una mujer, solo necesitaba la oportunidad de una buena educación continuada para crecer y crear. Llegó a ser una de las humanistas más eruditas de su tiempo.

Nació en 1594 en Barcelona, en el Raval.  Cristiana, procedía de una familia de conversos judíos. Con pocos años se quedó huérfana de madre. Su padre, Joan Antoni Morell, era un comerciante y banquero catalán de gran cultura, que favoreció que su hija recibiera una esmerada educación y, a pesar de que era mujer, la alentó y le facilitó el estudio.

Con cuatro años, las monjas dominicas de Barcelona ya le habían enseñado a leer y escribir. Desde entonces, dedicó al menos 8 hora diarias al estudio. A los siete años sabía catalán, griego, latín y hebreo. A los doce dominaba el castellano,  árabe, siriaco, italiano y francés. A los diecisiete hablaba, leía y escribía en catorce idiomas. Los monjes dominicos habían declarado que ya no podían enseñarle nada más.

A los ocho años, su padre se vio relacionado con un homicidio,  lo que les obligó a dejar Barcelona y vivir en  Lyon. Allí Juliana estudió Filosofía, Matemáticas, Derecho civil y canónico, Astronomía, Física y Música.

Doctora summa cum laude

Con doce años, defendió en público la tesis cum Logicas tum Morales dedicada a Margarita de Austria, reina de España.

En 1608, a los catorce años, defendió  en Aviñón, ciudad a la que se había trasladado con su padre y que entonces formaba parte de los Estados Pontificios,  una tesis doctoral en Dialéctica y Ética con la obra Oración recitada ante Pablo V. Allí recibió el grado de doctora summa cum laude  (doctorado en estudios superiores).

Monja dominica y escritora

A partir de ahí sus opciones eran el matrimonio, quedarse soltera voluntariamente (lo que se consideraba inaceptable) o proseguir su vida intelectual en un convento. A pesar de haber demostrado que era una mujer inteligente y culta, capaz de competir con cualquier erudito del más alto nivel, su padre esperaba que se convirtiera en una esposa dedicada a su marido y a las tareas del hogar.  Huyendo del ventajoso matrimonio que le estaba organizando,  Juliana se decidió por el convento.

Ingresó como novicia en el convento dominico de San Práxedes de Aviñón  y allí se quedó. Tenía 14 años y contaba con la protección de la Condesa de Comté, pues su padre la había desheredado.

Hizo los votos definitivos en 1610. Tres años después, y por votación de sus compañeras, fue nombrada priora, y lo mismo en dos ocasiones más.  Pasó el resto de su vida en ese convento, dedicándose a lo que quería.  Allí siguió estudiando y profundizando en sus conocimientos intelectuales y en su vida espiritual. Y allí escribió y ayudó a la formación de sus compañeras monjas.

Juliana tradujo al francés parte de la obra de San Vicente Ferrer  y la regla de San Agustín, que incluye como apéndice una biografía de la autora elaborada por Marie de Beauchamp. También escribió numerosos textos propios:  poemas en latín y francés, conservados principalmente en forma manuscrita, una autobiografía,  una historia sobre su  convento y otras obras perdidas. En prosa escribió la «Oración recitada ante Paulo V», que fue la  tesis doctoral que leyó ante el Papa  y que se imprimió.

Aunque algunos se refirieron a ella como un “milagro de su sexo“,  su padre afirmó que  todos los logros intelectuales de Juliana se debían simplemente al acceso a la educación que él mismo le había facilitado (“era el resultado de poner en práctica el paradigma humanista de la mujer como medio para alcanzar la “plena virtud”).

Murió en 1656. Tenía 59 años.

En 1662  Gabriela de Vellay escribió una hagiografía sobre esta escritora.  Lope de Vega la elogia en la segunda silva de su Laurel de Apolo y  lo mismo hace Benito Jerónimo Feijoo en el siglo XVIII.

Más información: Mujeres en la historia,  Aleteía, supercurioso.