Recuerdo que la esposa de un directivo nos contó hace años que desde que a su marido le habían jubilado y se pasaba más tiempo en casa las peleas y desavenencias eran constantes. Nos contó una cosa que sonará a anécdota. Que ella iba a baile y un día le dijo a su marido que se iba porque quería comprarse una falda de gitana para sevillanas. El marido la respondió: – “… pero como te vas a gastar dinero en esa tontería… déjame a mí que te corto la tela y tú te coses la falda que eres muy mañosa”. Cosa que evidentemente tiene gracia contándola pero que a ella le supo a cuerno quemado.

Esto denota, como escuchamos y sabemos, que cuando la gente pasa muchas horas junta, conviviendo, y más cuando hasta ese momento se han visto mucho menos, pues empiezan los problemas y las relaciones acaban en separaciones y divorcios. Eso es, precisamente, lo que vaticinan que puede  ocurrir tras tantos días de convivencia por el coronavirus y que se confirma ya está ocurriendo, por ejemplo, en la ciudad China de Xi’an, con una avalancha de solicitudes de divorcio. Parece que las oficinas se vieron colapsadas por cientos de solicitudes. Lo que cambia es que allí un divorcio puede tramitarse en cerca de 40 minutos, algo que fomenta las decisiones en caliente, mientras que en España tarda bastante más.

Llevo ya varios días escuchando en la radio anuncios, bastante más que antes, de abogados especialistas en divorcios y separaciones. Me imagino que es consecuencia de estos vaticinios.

Parece que en España ya se está pidiendo información sobre los trámites, precios, plazos… Pero como aquí todo el proceso dura mucho más, la gente a veces se lo piensa y recula y no llega a formalizar el divorcio.

Además, parece que por la mala situación económica en la que se están encontrando muchas personas, se están produciendo un gran número de consultas sobre cómo reducir pensiones de alimentos, compensatorias, que ahora no se pueden pagar. Preguntas sobre cómo gestionar compensaciones de tiempo para los padres o madres que no han podido ver casi a sus hijos durante este período, para que puedan resarcirse. En estas ocasiones sale lo mejor y lo peor de cada cual,  y aquellos a quienes les parece que el que tenía la custodia ha abusado de ella, quiere pedir responsabilidades.

Como todos estos procesos pueden suponer un mayor colapso de la justicia del que ya había antes del Covid, como en tantas cosas, lo mejor es llegar a un acuerdo. En este eventual acuerdo, para mi está el quid de la cuestión. Los acuerdos solo se producen cuando ambas partes ganan de alguna manera, y pierden también de alguna manera, y no cuando, como suele ocurrir, uno ha pensado como quiere que sea la situación, lo consulta con el otro para aunar voluntades, pero en realidad no va a moverse de su postura y, si el otro no acepta el planteamiento, pues se le acusa de que no querer llegar a un acuerdo. Esto es todavía más peliagudo si encima los ánimos en la pareja están caldeados. Por eso hay que saber renunciar a algunas cosas para ganar en otras, y algo de lo que siempre nos olvidamos: PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO.

Me reía escuchando  a un grupo de niñas hablando en la mesa de al lado sobre sus futuras y eventuales relaciones de pareja. Ya nosotras éramos y seguimos siendo peleonas, pues ellas mucho más. Basándose más en la teoría que en la práctica, por situaciones que han visto y no por lo que han vivido, decían que si todo en su futura casa no se repartía al 50%, no pensaban casarse. Luego, analizando la misma situación de sus padres, ellas mismas llegaban a la conclusión de que las cosas y las relaciones no eran tan matemáticas y que desde luego sin querer entender al otro, todo era imposible.

No hay que conformarse con todo, y menos aguantar por aguantar, pero, sí es verdad, que a veces, en el momento, tomamos decisiones de las que luego nos arrepentimos, porque, como dijo aquel, todo es susceptible de empeorar. Igual que antes de enviar un email, es mejor releerlo varias veces, porque podemos decir cosas, o el otro puede entender cosas, que no queríamos o debíamos decir, cuando nos planteamos acabar con algo importante, se debe hacer sopesando y valorando todo. La convivencia es súper complicada y, si queremos que la pareja dure, el esfuerzo y la inteligencia emocional son fundamentales.

A lo mejor, como dijo Benjamin Franklin, “tenemos que tener los ojos bien abiertos antes del matrimonio, y medio cerrados después de él.”