Marcelina Poncela Ontoria fue una pintora naturalista española, la primera mujer en conseguir una beca artística remunerada y una de las pocas que consiguió estudiar, en el siglo XIX, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Compaginó su vocación artística con su trabajo como maestra. Fue madre del comediógrafo Enrique Jardiel Poncela.

Nació en Valladolid en 1864. Su familia procedía del pueblo de Bercero, en esa misma provincia. Su padre, Ángel Poncela, consiguió formarse y ejercer como carpintero. Ese oficio le dio la posibilidad de dar estudios a su hija Marcelina, quien desde niña destacó por sus dotes para el dibujo.

Magisterio y Bellas Artes

Aunque su vocación se dirigía hacia las artes plásticas, Marcelina, como muchas españolas, hizo estudios de magisterio. Ingresó en la Escuela Normal, superó los dos ciclos de enseñanza y la reválida, y obtuvo el título de Maestra de Primera Enseñanza Elemental.

Ya con el título, su padre la apoyó para que desarrollara su talento artístico. Se matriculó muy joven en la Escuela de la Academia de Bellas Artes  de la Purísima Concepción de Valladolid. Cuando contaba 18 años, su padre murió y tuvo que trasladarse a Madrid, para vivir con su tutor, su tío Elisardo Biescas Hebia.

En Madrid  afortunadamente pudo continuar su formación. Con solo 20 años,  formó parte del grupo de las primeras seis mujeres que fueron admitidas, con un permiso especial del rey, para matricularse en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado. El número de alumnas de esta escuela era muy reducido ya que las mujeres tenían vetado el estudio de dibujo con modelos naturales, desnudos, situación  común en toda Europa. Esto les impedía realizar cuadros de historia y representar pictóricamente a héroes. Ese tipo de pinturas era el que, en general, recibía el reconocimiento académico. Estudió con Carlos de Haes y, más tarde, con Sebastián Gessa y Alejandro Ferrant.

Beca artística remunerada

Marcelina fue la primera y única mujer que obtuvo la pensión de la Diputación Provincial de Valladolid  para continuar sus estudios. La beca consistía en 540 pesetas (1887) y, el siguiente año, 650. En 1889, el Ayuntamiento vallisoletano también la pensionó, esta vez  con 1.250 pesetas. Por ello, remitió algunos de sus trabajos a la Escuela de Valladolid, que fueron premiados en sus exposiciones anuales.  En el Ayuntamiento de esa ciudad se conserva el retrato de María Cristina con Alfonso XIII niño.  Y en la Academia de Bellas Artes de la Purísima se custodian varios de sus dibujos y óleos.

Colonia Artística de Muros

También fue la única pintora que perteneció a la Colonia Artística de Muros de Nalón, en Asturias,  una reunión de artistas que pintaban al aire libre,  reproduciendo paisajes naturales (pintura plenairista). Esta experiencia de creación artística, en la que participaron pintores, escritores y aficionados (diletantes), se desarrolló a partir de 1884.  Marcelina estuvo en Muros durante tres veranos y su estancia fue muy positiva, ya que pintó allí numerosas obras que presentó a concursos y certámenes.  También fue copista en el Museo del Prado.

Fue, asimismo, la única mujer en el grupo integrado por Tomás Campuzano, José Robles, Tomás Muñoz Lucena y Agustín Lardhy. «Debía de ser bastante guapa. Tenía unos ojos verdes que enamoraron a sus compañeros. Le dedicaron poemas y le regalaron cuadros», explica María Dolores Cid Pérez, estudiosa de su obra.

Madre de Enrique Jardiel Poncela

En Madrid, era vecina de la pensión  donde vivía Enrique Jardiel Agustín, un  estudiante de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. Enseguida congeniaron, ya que ambos tenían aficiones artísticas y literarias, y eran algo bohemios, según los parámetros de la época.  Enrique era krausista, miembro fundador del PSOE, amigo de Pablo Iglesias y de Julián Besteiro  y un joven escasamente interesado en su carrera y sí mucho, en los mítines socialistas de Iglesias. Posteriormente  ejerció como periodista, y colaborador de La Correspondencia de España y de otros diarios. La familia de Marcelina se opuso a la relación y ella, con 25 años, decidió fugarse.

Tras aprobar la oposición para ejercer como profesora en las Escuelas Normales de Maestras,  en 1895 se casó. A partir de entonces, firmó frecuentemente como “Poncela de Jardiel”.   Tuvo tres hijas (María del Rosario, Angelina y Aurora, que murió siendo niña) y un hijo, Enrique, que llegó a ser el gran escritor y dramaturgo  Enrique Jardiel Poncela.

Maestra

Ejerció como maestra y profesora de dibujo, en la  Escuela Central de Maestras de Madrid,  en un plaza provisional. En 1898 la plaza salió a concurso y, aunque era apta para el puesto, fue destinada a la Escuela Normal de Zaragoza. Al final, tuvo que renunciar a su carrera profesional, por las obligaciones de criar a sus cuatro hijos. En aquel momento, la mujer tenía que vivir en el domicilio del marido, que era su representante legal, administrador y propietario de los bienes gananciales e incluso de los que ella pudiera aportar con su trabajo, y no podía trasladarse a ningún posible destino alejado de la familia.

«Toda su vida impartió clases -afirma María Dolores Cid. “Colaboró altruistamente en los centros de Fomento de las Artes, donde acudían los obreros tras su jornada laboral. Como no pudo acceder a su plaza definitiva en Zaragoza, pues ya era madre, dio clases a señoritas en su casa. Eran hijas de familias acomodadas y los padres preferían una mujer para enseñarlas». Compartió con su marido las ideas krausistas sobre el papel de la educación como motor de cambio social. «Él era un gran relaciones públicas, siempre metido en los actos de Iglesias, trabajó de periodista y finalmente como delineante en Renfe».

A la vez que trabajaba como docente, seguía pintando. Cultivó  el paisaje, la figura, el bodegón y los temas florales, además de algún tema religioso. Participó en todas las Exposiciones Nacionales celebradas entre 1892 y 1915. Obtuvo dos medallas y varias menciones de honor.  Se presentó también en las Bienales del Círculo de Bellas Artes y en la Exposición Internacional de 1892, donde obtuvo otra mención.

Después de su matrimonio, veraneó en el pueblo aragonés de Quinto de Ebro, de donde era originaria la familia de su marido. Allí, alejada durante uno o dos meses de las clases y de las labores del hogar ,  se dedicaba a pintar.  Inmortalizó numerosos paisajes de la zona, algunos de ellos desaparecidos, porque en esa zona estuvo el frente del Ebro durante la guerra civil de 1936.

Su producción artística es académica.  El dibujo es siempre la base de sus composiciones. Destaca su representación de la luz, del aire y de la atmósfera, y el uso de la perspectiva. Fue reconocida en vida, especialmente  por su talento como como paisajista, aunque también por sus trabajos sobre la figura, el bodegón y los temas florales.

Hacia el final, su pintura se hizo colorista. Pinta obras intimistas, que remiten a un regionalismo renovador. En ese momento,  “lo español” estaba de moda en el mundo artístico: Teófilo Gautier, Próspero Mérimée, Víctor Hugo, Alexandre de Laborde, George Bizet y su ópera Carmen… Ya unas décadas antes, Gustavo Doré había presentado, en 1874,  su obra romántica “L’ Espagne”.  En nuestro país,   Falla, Albéniz y Granados realizaron composiciones que se identifican con el espíritu español”.

Marcelina murió en Quinto de Ebro (Zaragoza) en 1917. Tenía 53 años.

Más información: Blog de Concha Mayordomo,   El Norte de CastillaBlog sobre Marelina Poncela,  aacadigital,