Siempre he pensado que el apoyo entre las mujeres es tan importante y nos otorga tanta fuerza, que ni nosotras mismas somos conscientes de cuanto.

Cuando digo que es estupendo poder trabajar con otras mujeres porque nos entendemos, colaboramos, nos arremangamos para solucionar los problemas, entendemos nuestros recíprocos estados de ánimo… a menudo encuentro detractores que me aseguran que las mismas mujeres no quieren trabajar con otras mujeres, que prefieren estar rodeadas de hombres, que su jefe sea un hombre…

Cuando veo como las niñas y las adolescentes tienen como eje central de su vida a sus amigas y observo lo felices que son con ellas… que, sin ellas, sin verdaderas amigas, toda esta etapa tan importante de su desarrollo no sería igual, se derrumbaría. Cuando me ratifico en la importancia de tener a sus amigas junto a ellas, con frecuencia encuentro detractores que aseguran que las chicas siempre están peleándose, siempre compitiendo, siempre envidiándose, siempre discutiendo por todo, sobre todo por los chicos…

Cuando observo a mujeres de 70, 80 o 90 años merendando en las cafeterías  o paseando juntas del brazo, riendo, hablando sin parar, apoyándose las unas en las otras para no caerse, y sabiendo que al lado tienen a alguien que las va a entender y con la que van a poder compartir penas, anécdotas y alegrías, me sigo ratificando en lo importante que es el apoyo entre las mujeres, aunque haya quienes defiendan que no hay quien las aguante, que no tienen más afición que hablar y hablar, que envejecen mal…

Cuando pienso en lo importante que es nuestra madre  y en lo acompañadas que nos sentimos por ellas en todas las etapas de nuestra vida. Con solo mirarnos, se dan cuenta en un segundo de todo lo que nos pasa por la cabeza y como nos sentimos. Pienso en lo vitales que son para nosotras, las mujeres, aunque  haya detractores que opinen que a veces originan relaciones tóxicas, que no dejan crecer ni hacer nuestra vida sin ataduras ni manipulaciones.

Cuando veo a grupos de compañeras de colegio, amigas de toda la vida, que después de no haberse visto en muchos años y haber pasado cada una por los más diversos avatares y cambios, saben que siguen estando presentes las unas en la vida de las otras y ahí para lo que se necesite, para reconfortarse, sigo alegrándome de lo importantes y lo que supone tener tantas mujeres en nuestra vida, aunque siempre haya detractores que intenten minar esa relación.

Cuando veo mujeres apoyando a otras mujeres formando como una cadena invisible, en cualquier sitio, removiendo Roma con Santiago para dar  sin pedir, sigo feliz de pensar todo lo que suponemos las unas para las otras y como nuestra vida es inconcebible sin otras mujeres a nuestro lado.

Hace días estaba acabando de leer un libro de Vanessa Montfort, que nos habla de la vida de cinco mujeres en un barrio de una ciudad Mujeres que compran flores”. Os lo recomiendo, porque es un libro precioso que habla sobre la relación entre mujeres muy diferentes. En sus paginas me encontré una frase que ratifica el pensamiento que acabo de exponer cuando una de ellas afirma: “Las mujeres actuamos por contagio, encontramos nuestra fuerza en la fuerza de las demás, como una cadena”.

Y así somos. Nuestra fuerza sale de nosotras mismas y de otras mujeres que nos acompañan en la vida: nuestra madre, nuestras hermanas, nuestras hijas, nuestras amigas, nuestras compañeras…

Nadie como otra mujer para entender que necesitas unos días sin ir a trabajar porque la relación con tu pareja se ha roto. Nadie como otra mujer para entender que, aunque tu madre fallezca con 100 años la pérdida es totalmente irreparable y es como si te quitaran una parte de ti. Nadie como otra mujer para entender que, aunque acabes exhausta, saber que has hecho lo que has debido con otra persona, te compensa todos los sinsabores. Nadie como otra mujer para entender los altibajos que sufrimos y cómo podemos pasar de la alegría a la pena casi en un segundo. Nadie como una mujer para entendernos.

Solo nosotras sabemos que apoyándonos las unas en las otras podemos con todo. Solo nosotras sabemos que compartir lo más y lo menos con otras mujeres es vital para nosotras.

Somos tan distintas y tan iguales, tan equilibradas y a la vez tan desequilibradas, tan fuertes y a la vez tan vulnerables, tan optimistas y a la vez tan realistas, que nos necesitamos. Para nosotras una cadena femenina implica libertad, alegría…, nos alarga la vida. Nadie sabe tan bien como nosotras  que lo que queremos es formar una cadena,  pero que jamas jamas consentiremos vivir encadenadas.