Se podría decir que llevo una gran parte de mi vida laboral negociando y, sinceramente, creo que soy buena en ello. No solo creo que soy buena negociadora, sino que llevo mucho tiempo observando que las mujeres, en general, son excelentes negociadoras.

El tema de la negociación, tan en boga siempre, pero ahora leiv motiv indiscutible de todo y, especialmente en política. No me he parado a contarlas, pero, me atrevo a decir, que la palabra negociar es, con diferencia, una de las que más se utiliza a diario.

la realidad demuestra que no hay muchas mujeres involucradas en negociaciones de alto nivel, pero los estudios aseguran que las empresas pierden con esta política de no involucrar a mujeres en negociaciones de alto nivel un activo estratégico muy importante porque, en principio, las mujeres parece que están especialmente preparadas y dotadas para la negociación.

Siendo esto así, las mujeres, durante siglos, han sido consideradas peores negociadoras que los hombres, porque estos últimos han abordado las negociaciones con los atributos que se consideraban en el pasado los adecuados y que, por ello, se han considerado tradicionalmente masculinos, como son mayor agresividad, confianza excesiva, un tono enérgico.

Un estudio de la Universidad de Tel-Aviv  pone  de manifiesto que las mujeres vienen utilizando desde siempre otros métodos que hoy son los que se consideran más avanzados en las más modernas teorías sobre negociación: colaborar en lugar de competir, consensuar en lugar de imponer, escuchar en lugar de dominar sin dejar hablar a la otra persona (hago paréntesis y si no la dejamos hablar no es para imponernos sino porque siempre tenemos tantas cosas que decir que nos resulta casi imposible quedarnos calladas). Las mujeres, desde siempre, han acudido a esa forma de negociar y hacer las cosas primando la escucha activa, la empatía, la persuasión, la amabilidad …

La capacidad de negociación sirve para todo y no solo sirve para todo, sino que es necesaria para todo. Negociamos con nuestros padres, con nuestros hijos, con nuestros amigos, con nuestros maridos. Negociamos con el vecino, con los hermanos, lo que pasa es que, hasta hace poco,  la presunta buena negociación consistía en imponer tu criterio y las mujeres, en líneas generales, no suelen primar el salirse con la suya sino que nos quedamos bastante contentas cuando, como dice un anuncio de electrodomésticos, logramos que el consenso tenga un poquito o un muchito de nosotras “un poquito de mí”. Muchas veces se plantea  como:  he conseguido lo que quería sino: he logrado introducir una o varias cosas que eran importantes para mí y esa misma sensación se la estamos transmitiendo a los otros, de tal manera que, acabamos casi siendo amigos.

Y con esto me pregunto, si esta capacidad o cualidad, ya está demostrada que es una capacidad de la que están especialmente dotadas las mujeres y, lo que se consideraba una rémora ahora es no solo lo que prima sino lo que realmente es efectivo porque, nuevamente, como en tantas y tantas cosas, no se aprovecha esa ventaja competitiva de las mujeres y se les da el campo y la cobertura adecuadas. Se está observando que, las empresas en lugar de colocar a las mujeres en esos puestos prefieren formar a los hombres en la utilización de esas forma de negociar para, a continuación ascenderles a los ámbitos de responsabilidad.

Al final no sé si es que no sabemos hacer valer de forma estratégica este tipo de cosas que nos podrían beneficiar o, más bien, es que la estrategia sigue estando mucho más desarrollada en los hombres y, como se podría decir de la mantis religiosa, nos absorben esa capacidad y se acaban beneficiando de ella antes que nosotras.

Puede ser que nuestra capacidad negociadora y de alcanzar consensos sea inversamente proporcional a nuestra capacidad estratégica para beneficiarnos de las cosas en las que destacamos.

Eso sí, como parece que somos buenas escuchando y nos preocupamos de lo que le afecta a la otra parte, (eso se llama generosidad) no parece que nos lleve al alto nivel.  Pero es que no queremos llegar por llegar. Llegar, para nosotras, tiene sentido porque sabemos que, solo desde allí, podemos cambiar las cosas.

A los que quieran escuchar que escuchen.