Estando en el ecuador de nuestra vida, con mucho vivido y mucho por vivir, la mayoría de nuestras madres son mayores o, por desgracia, ya no están con nosotras. Por suerte, yo tengo todavía a la mía y la verdad es que, aunque pasan los años, nunca deja de sorprenderme.

 

Cuando hablo o discuto con ella -procuro que sea a diario- y la observo, siempre pienso “Oh my good!, si esta generación de mujeres -independientemente de sus ideas religiosas o políticas, pero en general con profundas convicciones morales, éticas y de respeto a los demás, unido a un gran sentido de sacrificio y de trabajo-  hubiera tenido más representatividad y algo de poder, seguramente el mundo sería ahora bastante bastante mejor.

 

Tienen intuición y un talento innato para casi todo. Muchas veces, fruto de la necesidad. Saben hacer un montón de cosas. Son mucho más cultas que las nuevas generaciones, aunque a menudo su cultura proceda de ser autodidactas, de lo que han visto y vivido. Y no basan su vida en un montón de cosas superfluas, sin las cuales nosotras nos resistiríamos a vivir.

 

Además son creativas. No he visto personas más innovadoras, aun siendo muchas de ellas tradicionales,  sin necesidad de hacer coaching, ni llevarlas a offsites, ni ponerles entornos agradables que fomenten su creatividad, ni bombardearlas con frases tipo “atrévete a equivocarte”. Sin ningún tipo de alharacas externas y con pocos recursos, han sido capaces de hacer cosas increíbles. Ellas sí se han atrevido, teniendo frecuentemente las cosas en contra.

 

De la mano de mi madre se han creado frases tan gloriosas como “P…, contigo no se hubiera descubierto América”, para dejarle caer a mi padre que no se atreve a hacer nada que se salga de los esquemas de lo normal o previsible. O “mi reino no es de este mundo” parafraseando a Jesucristo (sin buscar ofender, porque es profundamente religiosa), para explicar que el mundo que ve ahora ni le gusta ni le convence, aunque por supuesto no quiere morirse porque, como también dice, “mi corazón es joven”…  y tantas y tantas más con las que me podría extender.
Que no digan de esa generación que “han sido hijas cuando lo mejor era ser madre” y “han sido madres cuando lo mejor era ser hijas”, aludiendo al hecho de que han vivido una época complicada y les ha tocado un papel difícil. Han hecho lo que entendían que debían hacer, tratando de comprender los cambios, pero sin defender una cosa un día y, sin solución de continuidad y sin sonrojarse, defender la contraria al día siguiente.  

 

Les ha tocado un papel de sacrificio y generosidad. Poner por delante a los demás ha sido en ellas tan consustancial como conciliar personas y posturas, y adaptarse o adelantarse a  cambios de todo tipo. Eso sí que es ser un líder carismático. “Tienen madera de heroínas, vocación de mártires y espíritu revolucionario”.  Por eso…¡Aupa nuestras madres!