Ya lo he dicho muchas veces, me encanta observar a la gente. Es donde realmente se aprende, de donde aprendemos todos.  No aprendemos tanto de lo que nos cuentan sino de lo que vemos u observamos. Así aprenden los niños, así aprendemos todos. Es fascinante, nunca dejaras de aprender observando a los demás.

Una de mis observaciones favoritas son las relaciones entre hombres y mujeres. Siempre me ha encantado y me sigue encantando fijarme en la diferencia de comportamiento entre unos y otros, que en la mayor parte de los casos las hay, y son más que evidentes.

Sin que se ofendan nuestros queridos compañeros, a la hora de relacionarse con el otro sexo, su comportamiento es más que claro. Como me decía hace poco una amiga hablando de la diferencia entre sus hijos e hijas. Me aseguraba que los chicos son mucho más básicos que las chicas, y por ello, fácilmente cazables, en el sentido de pillarles  in fraganti,  en su comportamiento y, en este caso, de lo que versa esta entrada, en su forma de coqueteo, aunque ellos se crean que no nos damos cuenta.

Sé que esto puede resultar controvertido, pero como asegura una profesora de literatura de la Universidad de Princeton, las mujeres tienen mucho poder sobre los hombres cuando recurren a su sexualidad. Ni siquiera se está hablando de relaciones sexuales, que también, sino del simple pero rotundo flirteo.  No estoy valorando que sea adecuado, igualitario  o no. Simplemente lo pongo sobre la mesa.

Este flirteo se manifiesta en las mujeres de una forma mucho más elaborada y menos evidente. En mi opinión, es menos obvio que en los hombres. Muchas mujeres utilizan, de forma consciente o inconsciente, su encanto, su manera de decir las cosas, de reírse, de mirar, de moverse… En palabras de la citada profesora, Barbara Nagel, el poder que genera es enorme. Ella llega a decir que no hay nada más eficaz para trastocar las relaciones de poder. Y si no, que se lo digan a Marilyn Monroe, Jackie Kennedy o a Monica Lewisky.

En cambio, observando a nuestros queridos compañeros, tengan la edad que tengan, siendo esto mucho más obvio a medida que se hacen mayores, que en mi opinión es lo opuesto a lo que ocurre en el caso femenino, hay que ver como se les nota el flirteo.

Estos caballeros cuando se encuentran rodeados de mujeres, y sobre todo si estás son más jóvenes, no pueden remediarlo, se sienten como peces en el agua, pensando que estas se están fijando en ellos, incluso sintiéndose realmente atraídas por ellos. Lo que disfrutan, sin que ese disfrute, muchas veces, tenga un sustento real. Se deleitan, pensando que tal mujer o tal chica me ha mirado, o me ha dicho, lo bien que me mantengo o lo joven que parezco, o lo bien que estoy ahora que he adelgazado, o lo interesante que nos ha resultado su conferencia. No pueden evitarlo, se les ve tan contentos que, observándoles, producen hasta ternura pensando, a veces, en la simpleza de su pensamiento en estos temas.

Casi me atrevería a decir que si en ese momento de vorágine se les pidiera cualquier cosa lo darían. No hay nada que les guste más que sentirse un poco el ombligo del mundo y las mujeres, dejándoles actuar y pensando que disfruten, total no hacen daño a nadie.

En cambio, el coqueteo o el flirteo de las mujeres, es más, como quien no quiere la cosa, llamando la atención de una forma mucho más sutil, y ellos, esté la mujer o no en situación de flirteo interpretando, debo de estar estupendo. Como decía el otro día el representante masculino, con una mediana edad avanzada, de un conocido dúo musical en una entrevista, sin cortarse- “me veo con el guapo subido”, para añadir a continuación que era un hombre súper familiar y lo mucho que le gustaba estar con su mujer y sus hijos, como justificando que eso no suponía que quisiera nada con nadie, simplemente quería dejar constancia de que se veía cañón. Cosa, la verdad, bastante discutible.

Es que, aunque nos empeñemos somos diferentes. Muchas veces pienso que nuestros queridos compañeros y amigos tienen que dar gracias de que la mayor parte de las veces las mujeres no utilicen todas las armas y capacidad que tienen de envolverles porque si realmente todas las utilizaran, incluso se podría haber subvertido el orden establecido.

Menos mal que la mayor parte de las mujeres encuentran tan graciosas estas situaciones que no quieren cambiarlas. Simplemente les dejan hacer y luego, si pueden y les parece adecuado, las comentan con sus amigas para pasar un rato estupendo, incluso, a veces, a carcajada limpia.