Por mucho que se afanen gobiernos, empresas, instituciones, organizaciones… en intentar vendernos lo absolutamente partidarios que son de establecer políticas de igualdad que fomenten la promoción de la mujer a los puestos donde, por derecho y méritos, deberían estar, es decir, donde realmente se detenta el poder, es una falacia. No hay más que fijarse un poco, para darse cuenta de que lo que hay es pose, postureo políticamente correcto y sobreactuación, pero poco real detrás.

Permitir que las mujeres alcancen el poder, dejándolas actuar y organizarse como consideren, parece más difícil que ver volar a un burro. Requiere una gran dosis de generosidad y visión a largo plazo, y un abandono del egoísmo y egocentrismo, porque implica apartarse a un lado y dejar que sean ellas quienes organicen, decidan y plasmen su visión de las cosas. En nuestra opinión, el hecho de que las mujeres alcancen y desempeñen el poder es donde está de verdad el quid de la cuestión.

Los hombres llevan milenios detentando el poder y siempr se han resistido a dejarlo. Una pequeña mirada nos hace comprobar que  prácticamente hay que derrocar al que se encuentra en esa posición, porque motu proprio no lo deja. Se llegan a hacer las cosas más increíbles, a tomar las decisiones más peregrinas, a decir las cosas más alucinantes, se llega a hacer casi de todo, para perpetuarse en el poder. Va más allá del dinero, no hay casi nada que atraiga más.

Si las mujeres logran llegar será a un segundo, tercer o cuarto plano, haciendo el trabajo, y apoyando al líder, eso sí, pero mujeres en los primeros puestos, casi imposible. Si en cualquier partido, empresa, institución… destacan una o varias mujeres, sutilmente, como quien no quiere la cosa, enseguida se las empieza a ocultar, a quitar protagonismo. Muchas veces el que detenta el poder teme que esas mujeres brillen más que ellos, la forma de actuación y de comportarse de las mujeres, les descoloca, les incomoda, no hay más que haber estado en cualquier reunión llena de hombres para darse cuenta de ello.

Las mujeres ya llevan mucho tiempo haciendo un trabajo extraordinario en prácticamente todos los ámbitos donde los hombres siguen detentando el poder, que son todos. Ha llegado el momento de dejar los primeros puestos para que los puedan ir ocupando mujeres que, con experiencia, capacidad, tenacidad, esfuerzo, inteligencia…, podrán tomar las decisiones y hacer las cosas a su manera para el bien común.

Por mucho que se afirme que yase están empujando estos cambios, tiene que moverse e implantarse con mucha más rapidez. No se debería de esperar a que promocionen los de arriba para que tiren de las mujeres y estas continúen en un segundo plano, sino dejar que sean mujeres las que ocupen esos primeros puestos.

A menudo da la impresión que las políticas y normativas que se van estableciendo para agilizar este proceso, tienen el efecto contrario a lo que pretenden. Dan los mimbres a la mayor parte de organizaciones, empresas e instituciones para, conocida la norma, hacer lo que quieren o lo mismo que hacían, pero ahora bajo la apariencia y bajo el sello de presuntas políticas de empoderamiento de la mujer y normas en pos del apoyo a las reivindicaciones femeninas, en las que si escarbamos no ha cambiado tanto como nos quieren hacer ver.

Los comités, consejos y organismos asesores de instituciones tipo escuelas de negocio dirigidos a la formación de directivos o Consejeros Delegados, están constituidos casi en su integridad por hombres y una o dos mujeres como mucho, de tal manera, que es muy difícil, por no decir imposible, que esa formación de alto nivel se imparta bajo los ojos y el modus operandi femenino que es el que realmente cambiaría las cosas. Con tiempo se cambian las cosas formando desde niños, pero desde los puestos de mayor responsabilidad en empresas y gobiernos, es donde más fácilmente y rápido se hace el cambio.

Para conseguir un futuro más justo, igualitario y distinto, es preciso hacer hincapié no solo en políticas, formación y cambios de estereotipos desde la infancia, sino en poner todos los medios necesarios para que las mujeres alcancen en breve los puestos máximos en gobiernos e instituciones. No se les estará regalando nada que no merezcan. Se estará haciendo justicia. Así es cuando el cambio se producirá a un ritmo aceptable.