Hace varios años, un muy buen estudiante me contó que, cuando empezó la carrera de ingeniería, los tres o cuatro primeros meses lo pasó fatal, porque veía que sus muchos esfuerzos en ese primer contacto universitario no daban el resultado que esperaba y se encontraba lejos de las notas que solía tener.

Había estudiado en uno de los mejores colegios de España, donde ya estaba acostumbrado a trabajar duro, pero esos tres primeros meses de universidad fueron para él un verdadero calvario. Estudiaba muchísimas horas y los resultados eran mediocres, en alguna asignatura malos, lo que le produjo una profunda angustia que no había sentido antes y le llevó a plantearse incluso dejar la carrera.

Siguiendo el consejo de sus padres, decidió hablar con el director de su colegio. Era un hombre muy inteligente. Había estudiado Ciencias Físicas y estaba acostumbrado a analizar las cosas en detalle.  Con la experiencia que le daban los 60 años de vida que llevaba a sus espaldas, trabajando tanto en empresas como en educación, le dijo: – “Lo que tienes que hacer es resistir. Esto pasará. Es el inicio. Resistir, eso sí, esforzándote todo lo que puedas y cada día más, sin desalentarte si ves que, aun dando lo mejor de ti, los resultados no son los esperados. Levántate, confía en ti y continúa con el esfuerzo, una y otra vez. Y ya verás cómo las cosas, en un momento determinado, empiezan a ir mejor. Y todo cambia y lograrás tu objetivo, que es finalizar la ingeniería en los años correspondientes y con buenas notas”.

Dicho y hecho. El consejo recibido no cayó en saco roto y resistió, produciéndose, entre enero y marzo, el ansiado cambio que le sirvió para finalizar el año con buenas notas, como se había propuesto. Esa dinámica y ese consejo los siguió el resto de la carrera, finalizándola  de forma exitosa.

Este consejo de resistencia y resiliencia  se enmarcaba en seguir esforzándose, sin desfallecer. Continuar adelante, contra viento y marea, pero eso sí, trabajando duro y de manera honesta, para obtener el resultado soñado.

Desde hace algunos años la idea de resistir se nutre de muchas connotaciones y tiene  aspectos bastante negativos. Solo tenemos que observar cómo se utiliza esa resistencia, en muchos ámbitos. Se hace lo que haga falta (mintiendo, manipulando, engañando, retorciendo la verdad, intoxicando…), para mantenerse como sea y a costa de lo que sea. Lo que un antigua amigo mío le dijo a un alto directivo: “Con tal de que no os remuevan el trasero del asiento, sois capaces de cualquier cosa”.

Esto es lo que llamaríamos resistir a cualquier precio y a toda costa, caiga quien caiga y sacrificando a quien haya que sacrificar, porque lo que me interesa es conseguir mi objetivo, como sea, cueste lo que cueste, pase lo que pase. Y si hablamos de mantenerse en el poder, más de más.

Me atrevería a afirmar que ahora pasa  más que nunca. Lo vemos incluso en las guerras.  Políticos que llevan a sus gentes a la guerra, por un interés a veces personal, para sacar algún tipo de beneficio propio. Y no son capaces de saber cuándo tienen que capitular, cuando resistir ya es imposible o solo posible a un coste tan alto, que no puede justificarse de ninguna manera. Muchos líderes de antaño sabían hasta cuándo debían resistir y cuándo tenían que darse por derrotados, porque su honor, la vida y los destinos de las personas estaban por encima de todo. Y ellos mismos eran los primeros capaces de inmolarse en las batallas.

El honor, bonita palabra, pero también tan desvirtuada… Ser una persona honorable significaba ser una persona fiable, honrada, de palabra, con principios, esforzada, trabajadora, generosa, que sabe cuándo debe resistir y cuándo tiene que rendirse.

Ahora nos rodean los que practican esa resistencia de saldo de salirme a toda costa con la mía; aguantar, porque a mí me conviene, como sea.   Es un tipo de resistencia egoísta e ilícita, porque no está basada en el esfuerzo, en un interés más general, ni en levantarse y seguir trabajando cada vez mejor, sino en la intriga, la falta de escrúpulos, las fake news, el que den otros la cara por mí o el aprovecharse de los demás.

Mujeres resilientes

Aquí hago un llamamiento a todos, pero especialmente a todas las mujeres que han resistido, resisten y resistirán en beneficio de los demás, a las que resisten y son resilientes con lucha, esfuerzo y sacrificio. Que resisten a costa de ellas y no de los otros. Que resisten, para que los demás se beneficien.

A todas las mujeres que, cuando hay que resistir, resisten y cuando lo más adecuado es capitular, ceden. Y la capitulación no la interpretan como que han sido vencidas, sino que se rindieron cuando su rendición era lo mejor y dio la libertad a los otros.

Que nadie nos cambie nuestra resistencia y nuestra decisión de capitulación, porque nosotras sí que estamos dispuestas a dar ejemplos de lo que es resistir. Resistiremos, pero no a cualquier precio ni a costa de muchos, sino pagando el precio justo y en el momento adecuado.