María Rita de Barrenechea y Morante de la Madrid fue una de las pocas prosistas y dramaturgas españolas del siglo XVIII.  Por testimonios de sus contemporáneos,  fue una mujer culta, ilustrada, reformista y filantrópica, volcada en apoyar a los artistas y en ayudar a personas menos favorecidas.

Nació en Bilbao, entre 1750 y 1757, según fuentes distintas. Su madre,  Ana María Morante de la Madrid, era marquesa de la Solana y su padre, José Fernando de Barrenechea, fue el  II marqués del Puerto y caballero de la Orden de Santiago.

Su familia alentó que estudiara.  Cuando murió su madre, su padre se ordenó sacerdote y Rita se trasladó con él a Valladolid.  Estudió en el monasterio de Las Huelgas Reales de esa ciudad, fundado por la reina María de Molina y similar al de Las Huelgas Reales de Burgos, que había fundado anteriormente  Leonor de Plantagenet.  Allí adquirió  una sólida formación literaria.

Aproximadamente a los 21 años, se casó en Valladolid con don Juan de Sahagún de la Mata Linares y Vázquez Dávila y Arce, conde del Carpio.   Cuando fue nombrado Alcalde del Crimen en la Real Ciudad de Barcelona, el matrimonio se trasladó a esa ciudad, donde nacieron sus hijas: María Martina y Francisca Javiera. Posteriormente, fue ascendido a Ministro del Real Consejo de Órdenes y la familia  se trasladó a Madrid.

El salón de la condesa del Carpio

La pareja empezó a moverse en los círculos más ilustrados de la ciudad y Rita decidió utilizar el poder social de su esposo para apoyar a los artistas y a la cultura, en general.  Además de los salones de la condesa de Montijo,  el de la marquesa de Fuerte-Híjar y el de la duquesa de Alba, ellos también abrieron su casa para albergar tertulias y debates, en los que participaron  Jovellanos,  Cabarrús y la propia duquesa de Alba, entre otros. Un viajero inglés lo describió en su diario de viaje.

Rita pertenecía a la Sociedad Bascongada y fue una de las catorce mujeres que crearon la Junta de Damas, asociada a la Sociedad Económica Matritense, a la que pertenecía su marido.

Dramaturga

Existen referencias de tres obras de teatro escritas por Rita. Dos de ellas sólo se conocen por menciones de varios críticos. La aya es una comedia en un acto, escrita en prosa. Su tema,  la educación de los hijos, era una preocupación clave en el pensamiento neoclásico. Rita crea un argumento dramático,  para ejemplificar lo que ocurre cuando se descuida la educación de los niños y se deja en manos de ignorantes.

Su tercera obra, Catalín,  es una comedia en prosa de un solo acto que sigue las reglas del teatro neoclásico. Se trata de una comedia costumbrista y sentimental, influida por el El delincuente honrado de Jovellanos. Rita admiraba esta obra, que abría una nueva línea en la dramaturgia neoclásica: la comedia sentimental. Por  sus acotaciones, parece  que no la escribió para ser representada en los teatros públicos, sino en círculos y salones privados. La primera edición se publicó en Jaén.

La acción se centra en las dificultades económicas de dos enamorados, para contraer matrimonio en un caserío cercano  a Portugalete (Vizcaya), ya que ella era hija de un caballero arruinado. Como muchos ilustrados, Rita quiere dar una enseñanza moral apelando a los sentimientos.  Refleja el comportamiento noble de algunos personajes y destaca: el poder regenerador de la virtud, la felicidad de la vida familiar, los valores de la amistad, la necesidad de seguir las reglas de urbanidad y de practicar un trato cordial,  y el rechazo a los duelos. Su lenguaje es sencillo y adecuado a cada personaje e introduce una canción en euskera, para dar verosimilitud y frescura a la obra.

Fue modelo de una de las pinturas del “periodo gris” de Goya, Retrato de la condesa del Carpio (La Solana), que actualmente se encuentra en el Museo del Louvre, en París. El pintor reflejó a una mujer sensible, serena y cultivada, cercana a la muerte a pesar de su juventud.

Rita fue muy amiga de la dramaturga y poeta malagueña María Rosa Gálvez, quien a su muerte le dedicó un poema: La noche. Canto en verso suelto a la memoria de la señora condesa del Carpio.

Murió en Madrid, en 1795. Tenía 42 años aproximadamente.

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