El día de San Antón, 17 de enero, muchas personas acuden a la iglesia, para que bendigan a sus mascotas y gocen de otro año entero de salud.  San Antonio Abad fue un monje cristiano, del que se dice que vivió 105 años, que llevó una vida austera, solidaria y espiritual. Siempre mostró un enorme amor por los animales, a  los que cuidaba y mimaba con esmero. Por ese motivo fue nombrado patrón de los animales y, desde entonces, se le representa vestido con su hábito de monje y un cerdo a sus pies.

Hoy me he acercado a la iglesia de San Antón acompañando a mi marido, que va por una cuestión emocional. Estudió en las Escuelas Pías y todos los años se acerca a comprar los panecillos del santo. Además, hemos llevado a nuestra perrita, para que la bendijeran.

 

Esta costumbre está muy arraigada en Madrid y en muchos otros lugares de España. Ha habido años, en que las colas era interminables, tanto para comprar los panecillos como para que bendijeran a las mascotas. Como es habitual, habían cortado la calle Hortaleza y un montón de voluntarios de Mensajeros de la Paz estaban pendientes de que todo funcionara perfectamente. Y así ha sido. Todo estaba muy bien organizado.

 

A la entrada de la Iglesia, donde después aparecería el Padre Ángel, había tomado las riendas de la organización un monaguillo. No era, como estamos acostumbrados, un niño ni un adolescente, sino un hombre alto y corpulento, una persona de las que han hecho de esta iglesia su hogar, vestido con las ropas que se utilizan en las liturgias: el alba (una prenda larga de lino blanco, a modo de túnica) y el roquete o sobrepelliz (una especie de alba corta). Parecía feliz con su tarea, que consistía en colocarnos debidamente en la cola y entregarnos después de la bendición una estampita del santo.

 

Aproximadamente a las 9:45h apareció el padre Ángel. Bendijo a mi perrita y también a mí. Nunca lo había visto tan de cerca. Su cara refleja bondad y afabilidad con un punto de humor, pero también firmeza y tenacidad. Este sacerdote tan involucrado con los más desfavorecidos, con aquellos a los que no les van bien las cosas, fundó la ONG Mensajeros de la Paz, que ha hecho de la Iglesia de San Antón un lugar abierto 24 horas, para aquellos que, por una u otra circunstancia, necesitan cobijo, comida, hablar con alguien o simplemente estar, descansar y rezar. Él ha dicho: si hay panaderías, librerías, cafeterías y puticlubs abiertos 24 horas, ¡cómo no va a haber una iglesia!

Por eso a este templo se le conoce como la iglesia de los sin techo. E independientemente de las ideas, religión, problemas y el tipo de vida de cada uno, está abierta a todos. Da cobijo y cubre las necesidades básicas. Siempre hay un café y un bollo para el desayuno y un bocadillo para la cena. Algún psicólogo y conexión wifi, que para algunos supone ya una necesidad básica.

Además de su trabajo en esta iglesia, el padre Ángel lleva a cabo, con Mensajeros de la Paz,  una constante labor social y de apoyo a los más desfavorecidos. Independientemente de nuestras opiniones religiosas, políticas o morales, hay que reconocer que es un hombre luchador, tenaz y valiente, que trabaja para que muchos se sientan un poco mejor e incluso para que sobrevivan, lo que no le exime por completo de detractores, enemigos y controversias.

Es una de esas personas que sí nos parece un líder, digital o analógico, pero líder innovador, porque luchando contra viento y marea, y aliándose con gente de todos los colores, sabores y clases, intenta conseguir aquello en lo que cree.  Esto le permite realizar proyectos transgresores en beneficio de los demás, como los restaurantes Robin Food o el Pelobús, una autocaravana con peluquería gratuita para personas sin hogar.

Acercarse a la Iglesia de San Antón, para comprobar y ver de primera mano que  son posibles y dan resultado otras formas de trabajar y hacer las cosas, sin aspavientos, sobreactuación, dramatismos ni complicadas labores de marketing… es una experiencia enriquecedora.

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