¡Otra noche casi de imaginaria! He estado dando vueltas en la cama y esperando que aparezcan paulatinamente mis hijos, en este largo y cálido verano, que no ha hecho más que empezar, y que a ellos se les torna como el momento más feliz y divertido del año.

Siempre me viene mi madre a la cabeza cuando repetía “Aprovecha ahora para dormir, que cuando tengas hijos,  tu sueño ya no vuelve a ser igual”.  ¡Qué razón tiene!, como en casi todo y, como contemplo, con una mezcla entre estupor y sonrojo, que cada vez me parezco más a ella. Eso que tanto le he criticado “Mama duérmete-, –no nos esperes levantada-, –no te preocupes que no pasa nada– –si te quedas levantada no disfruto pensando que, por mi culpa, estás sin dormir. Y ahora mírame, casi peor que ella.

Si ya me lo decía una amiga, ya verás, cuando llegue el momento de tu hija todavía va a ser peor, lo que vas a sufrir. Mientras nos contaba lo mal que lo pasaba y lo sigue pasando hasta que sus hijas están de vuelta en casa.

“No sé qué es peor” si cuando dormía a saltos porque los niños eran pequeños y tenía que darles el pecho o, cada vez que tenían una mala noche o se ponían malos, o simplemente gruñían en sueños, que dormía a saltos, o ahora, con sus salidas y entradas.

Nosotras. las madres. siempre alertas con una oreja sobre la almohada y la otra como si fuera un radar, detectando el más mínimo o el máximo movimiento que se produce en la casa.

Y luego te duermes en el peor momento, media hora antes de que te suene el despertador, que suena como si te dieran con un martillo en la cabeza. Quieres morirte. No sabes si salir reptando de la cama, tirar el despertador por la ventana, quedarte durmiendo, aunque, como ya te has despertado, volver a conciliar el sueño es casi imposible, o lo que suele pasar, dar un salto de la cama, mirarte en el espejo horrorizada con esos ojos hinchados, de pez, que delatan tu mala noche y que te deprimen aún más porque sabes que tienen que pasar unas cuantas horas hasta que se normalicen, y empezar con tus rutinas. ¡Ya se sabe con la edad todo se ralentiza, hasta extremos insospechados!

Pero estoy empezando a asimilar que, ya nunca o casi nunca, por no ser tan radical, volveré a dormir bien, el sueño se quedó para cuando yo fui niña, adolescente, más joven o no tenía hijos. Ahora dormir siete u ocho horas seguidas es más difícil que encontrar una aguja en un pajar.

El otro día me encontré sentada en la escalera, de madrugada, esperando a mi hija, llorando porque no la localizaba (el móvil se le había quedado sin batería) y, claro, si ahora no te contestan es un drama y con mi perrita sentada a mis pies y mirándome con carita de pena, como si se estuviera dando cuenta de la angustia que estaba pasando.

Señor, ¿por qué siempre me tengo que poner en lo peor y no en lo mejor?  Creo que es una cuestión  de educación. Es como si pensaras que si lograras desconectar o te tomaras una pastilla y te durmieras a pierna suelta, si pasara algo, sería una inconsciencia y dejadez por tu parte.  Y no te perdonarías por no haber estado alerta. ¡Como si pudieras solucionar algo con esto! Al final todos somos consecuencia de la educación recibida y de lo que hemos visto a nuestro alrededor, adaptado a cada época, pero repetimos y continuamos comportamientos.

Pero lo mejor de lo mejor, que no dejo de comentar con mis amigas y conocidas, y que contemplo con una mezcla de incredulidad, estupor y envidia cochina, cochinísima es la capacidad que tienen los hombres de no perder el sueño casi nunca y por casi nada. He de reconocer que en esto nos sacan una gran ventaja. Para qué preocuparse antes de tiempo y de anticipar un problema que posiblemente no ocurra, para qué ponerse en lo peor si lo que suele ocurrir es lo mejor.  Son jóvenes y se divierten. Para qué perder el sueño si luego van a estar como una zombie si pueden dormir a pierna suelta, para qué, si al final estás tú en todo ello y encima todo el mundo te coge manía o re recrimina por lo pesada y controladora que eres.

Parece que hemos nacido para sufrir y, aunque nuestras hijas digan que nunca serán tan pesadas y te juran, como tú hace años jurabas, que nunca reaccionarán como tú, que casi eres una psicópata, probablemente acabarán repitiendo el mismo comportamiento.

Pero para qué estropearles este momento. Por qué vamos a quitarles la ilusión de pensar que ellas van a ser diferentes. Carpe diem, que seguro que ya les llegarán tiempos difíciles.