Últimamente se han llevado a cabo diversos estudios científicos que han puesto de manifiesto que dejar o reducir drásticamente el uso de las redes sociales (RRSS) mejora la autoestima, la sensación de felicidad, el humor y la productividad.

El estudio ‘Los efectos de las redes sociales en el bienestar‘ realizado en 2018 por las universidades de Stanford y Nueva York demostró que dejar de usar Facebook sirve para pasar más tiempo con la familia y los amigos en persona; ser menos influenciable por la propaganda política (¿recordáis el famoso sesgo de confirmación?); estar satisfecho con la vida y ganar una hora cada día si se es un usuario medio de la red social. La contrapartida es que los usuarios estaban menos informados de la actualidad (la mayoría de los jóvenes usan las RRSS como fuente de información), pero eran más felices.

También en 2018 investigadores de la Universidad de La Laguna publicaron el estudio ‘Uso problemático del móvil, fobia a sentirse excluido y comunicación familiar de los adolescentes‘, en el que se recogen datos del uso del móvil y las RRSS de 569 alumnos de entre 12 y 19 años, que concluye que el nivel de fobia a sentirse excluido, más conocido como FoMO del inglés Fear of Missing Out, es directamente proporcional al tiempo de uso del móvil, con lo que se genera un círculo vicioso del que es muy difícil salir. El mismo estudio también revela que los adolescentes que decían tener una mejor calidad de comunicación con sus padres utilizaban menos horas el móvil.

Permanentemente conectados

El FoMO o miedo a sentirse excluido o perderse algo importante lleva a los adolescentes a estar casi permanentemente conectados revisando sus redes sociales.  Si no lo hacen, empiezan a sentir una ansiedad creciente que puede dar lugar a episodios de agresividad si se les impide el acceso a las mismas.

Entre los síntomas de FoMO están el temor a que las personas cercanas tengan experiencias más satisfactorias que las de uno mismo; ansiedad cuando no se sabe qué están haciendo los amigos; la necesidad de publicar todo el tiempo lo que se está haciendo o el temor a no tener suficiente relevancia en las RRSS.

Los resultados del estudio ‘No más FoMO: limitar las redes sociales reduce la soledad y la depresión‘, realizado por la Universidad de Pensilvania en 2018, revelaron que al utilizar menos las redes sociales, las personas se sentían menos solas y deprimidas. Además estos efectos se notaban más en quienes estaban más deprimidos al empezar la investigación. Esto es debido a que si lo que vemos de otras personas en las RRSS es siempre positivo, con fotos estupendas de actividades divertidas o interesantes, podemos acabar pensando que la vida de los demás es mucho mejor que la nuestra. Por eso conviene no olvidar que en las RRSS se publican los momentos nuevos, divertidos y emocionantes y no las tareas cotidianas como estudiar, limpiar la casa o hacer la compra.

Como ya comenté en una entrada anterior, el objetivo de la mayoría de las aplicaciones que usamos en Internet, incluidas las redes sociales, es conseguir que pasemos conectados el mayor tiempo posible consumiendo publicidad, su muy lucrativa e inagotable fuente de ingresos. De ahí que, lejos de luchar contra el FoMO, lo potencien con nuevas funciones como publicaciones apoyadas por imágenes o vídeos que desaparecen a las 24 horas de su publicación.

En 2017 Chamath Palihapitiya, ex­-vicepresidente de Facebook, manifestó durante un foro en la Escuela de Negocios de Stanford su arrepentimiento por haber cooperado en crear las herramientas que están “desgarrando el tejido social”. En dicho foro recomendó a los usuarios que se tomasen un descanso de las RRSS y se refirió a “los circuitos de retroalimentación que hemos creado funcionan como la dopamina a corto plazo; están destruyendo la manera en que funciona la sociedad”. Esos circuitos se basan en conseguir los ‘me gusta’, corazones y otras maneras de obtener reconocimiento ajeno.

Precisamente uno de los creadores del botón ‘me gusta‘ de Facebook, Justin Rosenstein, también reniega de las RRSS. El ‘me gusta‘ supuso un fuerte impulso para las redes sociales ya que se convirtió en el símbolo del reconocimiento. El objetivo de las publicaciones era conseguir el mayor número de ‘me gusta’ posibles. Rosenstein ha reconocido que diseñó el botón como “una forma de enviar pequeños trozos de positividad”, pero luego se ha dado cuenta del falso placer que produce conseguir un ‘me gusta’ y está preocupado por su efecto adictivo.

En el último año algunas de las principales redes sociales como Instagram o Facebook han empezado a actuar al respecto ocultando a la vista de otros usuarios los ‘me gusta‘ que haya recibido una publicación.

Facebook está comprobando la idea en siete países: Irlanda, Italia, Japón, Brasil, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. Conviene aclarar que el contador se oculta para los usuarios que ven un contenido, y que podrán seguir dando ‘me gusta‘, pero el propietario sí verá cuántos ‘me gusta‘ se han dado.

Facebook no ha explicado exactamente la razón que le ha llevado a esto. Puede ser que quiera conseguir una comunidad más amable y dejar de lado las envidias y las comparaciones que puedan ocasionar la cantidad de ‘me gusta’ en las publicaciones de los usuarios. Aunque también es posible que el objetivo de Facebook sea lograr que los usuarios sientan menos presión sobre lo que publican y animarles a subir todo tipo de contenidos, no solo aquellos que saben que van a conseguir reacciones de otros usuarios.

Instagram también está verificando esta medida en algunos países. En esta plataforma las cosas se les van a poner especialmente duras a los influencers, ya que se trata de su red social por antonomasia. Según el experto en comunicación y marketing de influencers Pablo Herreros: “esta medida va a obligar a que en redes sociales se premie más el compromiso del usuario que la vanidad. El compromiso con un influencer se mide más por el número de comentarios y de “clicks” que consigue para la empresa a la que representa que por el de ‘me gusta’ que además, al igual que en el caso de los seguidores, se pueden comprar”.

Comprar ‘me gusta‘ en Instagram es muy fácil y distorsiona la popularidad real. Además ha permitido el crecimiento de los falsos influencers que comercian con sus publicaciones manteniendo una falsa popularidad. Así pues, si la medida prospera, será muy interesante ver cómo afecta al mercado de influencers.