Estos días estoy leyendo el libro, “21 lecciones para el siglo XXI, que como todos los de su autor, Yuval Noah Harari, me está haciendo reflexionar. Será tal vez por el famoso sesgo de confirmación, del que hablé en una entrada anterior, pero el libro me está encantando ya que estoy totalmente de acuerdo con la opinión de Harari sobre el futuro del trabajo.

Es bien sabido por todos que la irrupción de la automatización y la Inteligencia Artificial ya está haciendo desaparecer muchísimos puestos de trabajo. Y si no, que se lo pregunten a ex empleados de algunas industrias o de la banca. Pero el problema es que el proceso continuará con mayor intensidad en los próximos años. Según un estudio de la consultora PwC, uno de cada tres empleos será desempeñado por una máquina en 2030 en España.

El Foro Económico Mundial (WEF) en su informe “Future of Jobs 2018” pronostica que en el mundo se perderán 75 millones de empleos hasta 2025. Sin embargo, este mismo informe explica que estas  nuevas tecnologías darán lugar a más de 133 millones de nuevos empleos que requerirán un mayor grado de especialización. Es decir, habrá una ganancia neta de 58 millones de puestos de trabajo. Esta visión optimista, compartida por bastantes líderes de opinión, contrasta con la de Andrés Oppenheimer, periodista argentino autor del libro: “Sálvese quien pueda. El futuro del trabajo en la era de la automatización”, quien recoge  las conclusiones de un estudio de Oxford del año 2013, en el que dos economistas, Benedikt Frey y Michael Osborne, han pronosticado que el 47% de los puestos de trabajo en EE.UU. serán sustituidos por máquinas en los próximos 15 años. Oppenheimer cree que a la larga vamos a un mundo mejor, pero que la transición a ese mundo va a ser muy traumática.

Según Harari, aunque sí es cierto que se están creando nuevos empleos, proporcionalmente son muchos menos de los que se destruyen y además exigen “un gran nivel de pericia y, por tanto, no resolverán los problemas de los trabajadores no cualificados”.

Aunque inicialmente los trabajos más afectados están siendo los repetitivos y mecánicos, ya que son los más fáciles de automatizar, como los relacionados con procesos industriales o los trabajos administrativos, a medida que avance la tecnología se verán impactados otros trabajos que conllevan una gran especialización y preparación académica, como pueden ser los de abogados, médicos, farmacéuticos, periodistas, etc.

Según Harari, evitar la automatización para evitar la pérdida de puestos de trabajo no parece que sea la mejor solución, porque supone abandonar las ventajas de estas nuevas tecnologías. De hecho un estudio de Accenture estima que la Inteligencia Artificial podría duplicar las tasas anuales de crecimiento económico en muchos países desarrollados para 2035.

Ahora y siempre, para conseguir empleo es importante la formación. Pero actualmente no sólo tienen valor los conocimientos, sino que vale mucho más la creatividad, la especialización y la capacidad de aprender cosas nuevas en un mundo cambiante.  Aunque consigamos en el futuro una sociedad mejor formada, el problema de la automatización no se va a resolver tan fácilmente. pues en el futuro harán falta menos personas para trabajar. Es decir, la automatización beneficiará a la sociedad, pero muchas personas perderán sus empleos.

Soluciones nuevas, para un problema complejo

Tradicionalmente se ha pensado que aquel que no trabajaba era un vago y, por tanto, no tenía o no debería tener derecho a ningún tipo de subvención. El problema es que ya hoy y a partir de ahora aún más, no trabajará quien quiera sino quien pueda. No habrá trabajo para todos; así de claro.

Por eso Harari urge a los políticos a buscar soluciones, como por ejemplo: reducir la jornada laboral y la RBU (Renta Básica Universal). Por supuesto, también considera la subvención de servicios básicos universales: educación, sanidad, transporte…

Tendría sentido reducir la jornada laboral, por ejemplo, a cuatro días semanales para repartir mejor el trabajo. John Maynard Keynes pronosticó en 1930 que la jornada laboral sería de 15 horas semanales en el 2030. Asimismo, instaurar una Renta Básica Universal que complemente los salarios (bajos por trabajar pocas horas o nulos) se justificaría en el hecho de que todo ciudadano de un país tiene derecho a los recursos naturales y económicos públicos.

Respecto a la subvención de servicios básicos universales, Harari advierte sobre la consideración de “universal” y “básico”. Por “universal” se suele interpretar la población nacionalizada en un país, pero hay que tener en cuenta que las principales víctimas de la automatización quizá no vivan en donde haya esos servicios básicos universales. Y es que automatizar en exceso podría generar la ruina en países en desarrollo que actualmente están dando mano de obra barata a los países ricos.

Por servicios “básicos” se pueden considerar desde la sanidad o la educación hasta la comida o el acceso a Internet.

Según Harari el problema es complejo porque contentar a los sapiens no es moco de pavo… Eso ya lo sabemos.